Reportaje:

Un sótano lleno de fantasía

El Museo Arqueológico Nacional expone hasta finales de junio cincuenta seres monstruosos rescatados de sus fondos

La fantasía esconde una porción de su misteriosa fuerza en el primer sótano del Museo Arqueológico Nacional, en el arranque de la calle de Serrano. Allí abajo, una fauna monstruosa encuentra aposento. Seres híbridos en las culturas del Mediterráneo antiguo. Tal es el lema que anuncia esa fauna. Se trata de una exposición arqueológica que, pese a tener por límites los de la sala XVII del museo, permite a la imaginación alzar su vuelo. Alberga una muestra de 50 piezas de hasta 2.500 años de antigüedad, muchas de ellas visibles por primera vez. Proceden, en su mayoría, de yacimientos españ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La fantasía esconde una porción de su misteriosa fuerza en el primer sótano del Museo Arqueológico Nacional, en el arranque de la calle de Serrano. Allí abajo, una fauna monstruosa encuentra aposento. Seres híbridos en las culturas del Mediterráneo antiguo. Tal es el lema que anuncia esa fauna. Se trata de una exposición arqueológica que, pese a tener por límites los de la sala XVII del museo, permite a la imaginación alzar su vuelo. Alberga una muestra de 50 piezas de hasta 2.500 años de antigüedad, muchas de ellas visibles por primera vez. Proceden, en su mayoría, de yacimientos españoles, sobre todo andaluces, murcianos y castellano-manchegos. También los hay griegos y de Italiana meridional.

Sin precedente temático en la museística madrileña, la exposición, que permanecerá abierta hasta el 30 de junio, ha sido formada mayoritariamente con fondos del propio museo. Apenas siete vitrinas de madera y cristal refrenan aquella fabulosa fauna. Tal recua monstruosa está compuesta por una zarabanda de extraños seres, mitad humanos, mitad bestias, conocidos como esfinges, sirenas y grifos; centauros y centauresas; aqueloos y sátiros; más tritones, hipocampos, minotauros y quimeras, entre numerosos otros.

Unos contagian desconcierto, como los que exhiben tres cabezas: de león, cabra y dragón; son las llamadas quimeras. Otros impregnan su contorno de inquietud; es el caso del minotauro, de origen egipcio, cuerpo de hombre y testuz de toro; evoca la inextricabilidad de mil enigmas surgidos alrededor del Nilo. Algunos híbridos más concitan, incluso, cierta sorna, o son capaces de despertar un sentimiento de ternura hacia sus arcaicos creadores, por la candorosa asimetría con la que, en ocasiones, fueron concebidos: rostro y pecho de varón con extremidades equinas, fauces de león, cuello de cisne, pecho de mujer, lomo de serpiente, garras de águila, cornamentas de toro, patas de cabra, colas rematadas en flecha, al modo de peces fabulosos....

Todos tienen en común la juntura de naturalezas diferentes, mixtura sólo concebible en la mente diáfana, por inocente, de grandes pensadores solitarios que dejaron suspendida su imaginación en el magma que circunda al éter donde tuvo su asiento la Mitología. En su formidable búsqueda de nexos entre dioses y hombres, en el desbrozamiento de las respuestas a mil preguntas sobre la situación de los humanos en las moradas del firmamento, aquellos lugareños de Caldea, Mesopotamia y Persia, perplejos por el alcance de su imaginación y por las limitaciones reales de su raciocinio, poblaron el universo de estos seres a medias que con su presencia proyectaban hacia el espacio, con un irrefrenable deseo de eternidad, la finitud de la condición humana.

No sólo a los dioses se les impusieron así, desde la tierra, atributos estrictamente humanos sino que, presumiblemente para ensalzarlos, se les rodeó de estos seres raros, mixtos, a medias entre hombres y animales. Los híbridos expresaban que, al igual que los dioses podían recibir atributos de los hombres, éstos eran capaces de idear otros seres, de naturalezas yuxtapuestas, de cuya presencia poder servirse para liberar a las esferas celestiales de tanta tensión y solemnidad.

Tras asimilar gran parte del legado mágico y mistérico del Medio Oriente, por mor no sólo de su genio sino también de sus victorias militares, el pensamiento de Grecia impregnaría su universo de proyecciones antropomórficas, compartidas por etruscos, púnicos e iberos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

De ellos, de su poder metafórico y literario, beberían Homero y Herodoto, Esquilo y Sófocles, algunas de cuyas definiciones, desde cartelas seleccionadas de algunas de sus enjundiosas obras, esmaltan la exposición madrileña. 'Orejas enhiestas de los caprípedos' (sátiros). 'Sonoros trompeteros del mar' (tritones). 'Mudos canes de Zeus' (grifos). Otras descripciones adquieren resonancias de insondables laberintos: 'Doncellas de rostro de cisne con un único ojo y un diente común...'.

Flanqueados por la presencia glacial de momias funerarias del lejano Egipto en salas contiguas, los 50 híbridos decoran también desde monedas de plata, con sus dibujos labradas, hasta vasijas, olpes, crateras y sítulas de cerámica, generalmente de color rojo, apto para vivificar sus movimientos sobre el fondo negro del barro. Asimismo se hallan en brazaletes, pectorales, collares y facies de piedra, bronce o plata.

La procedencia de todos esos objetos, fechada a partir del siglo V antes de nuestra era, ha sido ubicada en lugares como Murcia -de donde procede un divertido sátiro en bronce-, Jaén o Albacete, en cuya provincia fue hallada la Bicha de Balazote, joya del Museo Arqueológico. Se trata de un monstruo con disposición de esfinge, de mirada indescifrable, bigotudo y un punto cómico. Una copia en arenisca se exhibe en la muestra, junto a un marmóreo pie de mesa de gran esbeltez.

Seres híbridos... Museo Arqueológico Nacional. Martes a sábados, de 9.30 a 20.30. Precio: tres euros. Domingos y festivos, hasta las 14.30. Sábado tarde y domingo, gratis. Serrano, 13.

Archivado En