Crítica:

Completar las vanguardias

Las vanguardias quedaron inconclusas. La mayoría de las experiencias plásticas que se iniciaron hacia 1905 se fueron truncando poco después de concluida la primera gran guerra y algunos pintores dotados de gran intuición, como Picasso, abrazaron los modos de un nuevo clasicismo. En los años sesenta algunos jóvenes artistas se volvieron a fijar en aquellas experiencias del dadaísmo, el constructivismo o en la obra de algunos innovadores particulares, como Kurt Schwitters, que sirvieron para desarrollar nuevos movimientos y tendencias, desde el pop art hasta la transvanguardia italiana. A...

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Las vanguardias quedaron inconclusas. La mayoría de las experiencias plásticas que se iniciaron hacia 1905 se fueron truncando poco después de concluida la primera gran guerra y algunos pintores dotados de gran intuición, como Picasso, abrazaron los modos de un nuevo clasicismo. En los años sesenta algunos jóvenes artistas se volvieron a fijar en aquellas experiencias del dadaísmo, el constructivismo o en la obra de algunos innovadores particulares, como Kurt Schwitters, que sirvieron para desarrollar nuevos movimientos y tendencias, desde el pop art hasta la transvanguardia italiana. Antes y después de estos acontecimientos muchos artistas han imitado la factura, la composición y hasta los rasgos anecdóticos de la obra de Picasso, pero, sin embargo, la escultura cubista no ha logrado superar aquel esquematismo de planos superpuestos.

DAVID LECHUGA

Escultura Galería BAT Ríos Rosas, 54. Madrid Hasta el 30 de marzo

En el contexto de recuperar

y completar el camino truncado de las vanguardias históricas se pueden situar las actuales esculturas de David Lechuga (Madrid, 1950), piezas de madera ensamblada y patinada que inequívocamente nos recuerdan las figuras del primer periodo cubista de Picasso sin que ellas sean una imitación o recreación de las obras del genial artista malagueño. Por el contrario, cuando Picasso empezó a crear esculturas y objetos tridimensionales, aquéllos se alejaron de las experiencias sintéticas de su pintura, de tal manera que las actuales obras de Lechuga no tienen, ni conceptual ni formalmente, nada que ver con las esculturas picassianas, aunque sí con el espíritu experimental del cubismo.

La pregunta, sin embargo, es ¿por qué retomar ahora el cubismo, casi un siglo después? La persistente actitud de David Lechuga, que lleva varios años embarcado en realizar este tipo de obras, obedece a la necesidad disciplinar de volver a buscar un cauce escultórico a ese campo indefinido de la creación que, por comodidad o ineptitud, seguimos llamando escultura, aun sabiendo todos que ya no lo es. Frente al desplome posconceptual, la figura humana y la narratividad son algunas de las vías lícitas de experimentación que en manos de artistas que dominan los materiales y la forma, la escala y la cualidad de presencia, como es el caso de David Lechuga, pueden resultar muy fructíferos, ya que, con independencia de las fuentes y los mitos en los que se sustenta el imaginario del artista, las esculturas de esta exposición, con sus torsiones y dislocaciones, su gestualidad y materialidad, son obras de una increíble frescura, calidad técnica y capacidad irónica.

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