Crítica:fijo

Militarismo con coartada

Cuando, al comienzo del filme, vemos al teniente Burnett (Wilson: uno de los actores más sosos de los últimos años) hablar con el almirante Reigart (bien, como suele) sobre su deseo de abandonar la aviación militar, asqueado de no hacer nada en un conflicto que, como la inmensa mayoría de sus compatriotas, no entiende -Bosnia-, ya sabemos de qué irá el asunto: de chivo expiatorio, de víctima inocente y de calvario personal que le harán volver al redil. Porque aunque se trate de una guerra tan incómoda, tan poco heroica como la última de los Balcanes, desde siempre un soldado americano en la pa...

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Cuando, al comienzo del filme, vemos al teniente Burnett (Wilson: uno de los actores más sosos de los últimos años) hablar con el almirante Reigart (bien, como suele) sobre su deseo de abandonar la aviación militar, asqueado de no hacer nada en un conflicto que, como la inmensa mayoría de sus compatriotas, no entiende -Bosnia-, ya sabemos de qué irá el asunto: de chivo expiatorio, de víctima inocente y de calvario personal que le harán volver al redil. Porque aunque se trate de una guerra tan incómoda, tan poco heroica como la última de los Balcanes, desde siempre un soldado americano en la pantalla es un héroe.

Previsibilidad, pues, no le falta al asunto. Es más, la tiene toda: chicos buenos enfrentados a pérfidos enemigos, en este caso una banda de sádicos aunque ineptos serbios; un almirante más bueno que el pan; un militar, extranjero, por supuesto, que antepone razones políticas a los elementales impulsos de ayudar a un compañero. Y tenemos, en fin, un marco incomparable y una situación más de película de aventuras que de cine bélico: necesitado de sobrevivir tras ser abatido, como el título indica, tras las líneas enemigas, el bueno de Burnett se dejará la piel, y la inocencia, para sobrevivir.

TRAS LA LÍNEA ENEMIGA

Director: John Moore. Intérpretes: Owen Wilson, Gene Hackman, Joaquim de Almeida, David Ketih Olek Krupa. Género: bélico, EE UU, 2001. Duración: 100 minutos.

Que con este esquema tan elemental no se puede hacer una película visible está claro, de ahí que se recurra a un par de elementos que buscan distinguirla entre la purria habitual de sus hermanas genéricas. Uno es el habitual, es decir, unos efectos especiales y una mostración de la violencia de carácter casi documental, impactantes, incluidas impecables acrobacias aéreas. Y el otro es, hasta donde lo permite una lectura superficial, una cierta autocrítica: al fin y al cabo, el almirante extranjero (De Almeida), a cuyas órdenes están los americanos en tareas de observación, dice verdades como puños sobre lo elemental que resultan los estadounidenses haciendo política.

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