Los partidos bisagra de Portugal rechazan pactos preelectorales

El PP y los comunistas negociarán alianzas tras los comicios de marzo

El ayer reelegido presidente del Partido Popular (PP), Paulo Portas, y el secretario de los comunistas portugueses, Carlos Carvalhas, han rechazado cualquier alianza electoral con los liberales del PSD y los socialistas, respectivamente, y sólo la admiten tras los comicios del 17 de marzo para garantizar un Gobierno estable. Los dos partidos bisagra han rechazado esos acuerdos preelectorales que reclaman algunos sectores internos.

Radicalmente contrario a una alianza electoral con el PSD, pero con la perspectiva de participar en un futuro Gobierno de centro-derecha, el presidente del PP...

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El ayer reelegido presidente del Partido Popular (PP), Paulo Portas, y el secretario de los comunistas portugueses, Carlos Carvalhas, han rechazado cualquier alianza electoral con los liberales del PSD y los socialistas, respectivamente, y sólo la admiten tras los comicios del 17 de marzo para garantizar un Gobierno estable. Los dos partidos bisagra han rechazado esos acuerdos preelectorales que reclaman algunos sectores internos.

Radicalmente contrario a una alianza electoral con el PSD, pero con la perspectiva de participar en un futuro Gobierno de centro-derecha, el presidente del PP, Paulo Portas, se ha visto forzado a admitir una alianza poselectoral con los socialdemócratas, de ideología liberal conservadora, para desbancar a los socialistas del poder. Considerado como un traidor por los socialdemócratas al impedir el último intento de recomponer la Alternativa Democrática (la coalición de centro-derecha que llevó al poder a Sá Carneiro en la década de los ochenta), Portas se defendió ante el congreso de su partido explicando que el PP 'es autónomo y no un protectorado de otro partido; el día en que el PP elija su estrategia o su líder en función de terceros no habrá razón para que exista'.

En este sentido, el defensor del acuerdo con el PSD, Manuel Monteiro, afirmó que la decisión del congreso popular constituye 'una derrota clara del proyecto de reconstruir la Alternativa Democrática' y explicó que no formará parte de las listas de diputados, aunque descartó su salida del partido, como ayer formalizaron algunos de sus seguidores.

Por su parte, el secretario general del PCP, Carlos Carvalhas, forzado por la presión de los renovadores y ante el resurgimiento de la derecha, anunció también su disposición a buscar acuerdos poselectorales con los socialistas para garantizar una alternativa de izquierdas estable. No obstante, informó que el Comité Central rechazó la convocatoria de un congreso extraordinario antes de las elecciones, como habían solicitado los renovadores, y no aclaró si algunos de ellos podrían ser apartados de las listas electorales por exigir ese debate en contra de la línea oficial del partido.

Coalición de izquierdas

Los renovadores del PCP han criticado duramente la actuación oficial del partido 'al elegir a los socialistas como enemigo prioritario' y han reclamado públicamente una coalición de izquierdas para evitar la llegada de la derecha al poder. En las últimas elecciones generales de 1999, los socialistas obtuvieron 115 diputados; los socialdemócratas, 81; la coalición de comunistas y verdes, 17; los populares, 15, y el Bloque de Izquierdas, 2. Con una mayoría prácticamente absoluta, a falta de un diputado, los socialistas no obtuvieron el apoyo del PCP-Los Verdes ni del Bloque de Izquierdas para aprobar los dos últimos presupuestos y tuvieron que recurrir a un tránsfuga de la derecha.

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Durante las municipales del pasado mes de diciembre, que provocaron la dimisión de António Guterres, los socialistas perdieron las alcaldías de las grandes ciudades, pero mantuvieron un empate técnico en número de votos con los socialdemócratas. Los comunistas perdieron sus feudos del Alentejo y el cinturón industrial de Lisboa (Évora, Loulé y Barreiros), mientras los populares sufrieron amplia derrota.

La progresiva agonía del PCP, el último de los dinosaurios comunistas, que no ha evolucionado desde la caída del muro de Berlín, ha provocado serias críticas desde los sectores renovadores al no haber capitalizado el voto de castigo contra los socialistas.

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