La 'Turandot' de cuento de David Hockney triunfa en Nápoles

El teatro San Carlo estrena el montaje

Colores simples y escenas que recuerdan poderosamente a los dibujos animados de Walt Disney son el toque distintivo de la Turandot, obra inacabada de Giacomo Puccini, que inauguró el sábado la temporada de ópera 2002 del teatro San Carlo de Nápoles. Fue una noche triunfal para el montaje firmado por el pintor británico David Hockney, que se estrenó hace más de diez años en Chicago y se presentaba por primera vez en Europa. La escenografía y el discutible vestuario recibieron una calurosa acogida del público, que tributó también un rendido homenaje a las dos sopranos, Giovanna Casolla (T...

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Colores simples y escenas que recuerdan poderosamente a los dibujos animados de Walt Disney son el toque distintivo de la Turandot, obra inacabada de Giacomo Puccini, que inauguró el sábado la temporada de ópera 2002 del teatro San Carlo de Nápoles. Fue una noche triunfal para el montaje firmado por el pintor británico David Hockney, que se estrenó hace más de diez años en Chicago y se presentaba por primera vez en Europa. La escenografía y el discutible vestuario recibieron una calurosa acogida del público, que tributó también un rendido homenaje a las dos sopranos, Giovanna Casolla (Turandot) y Norah Amsellem (Liù). Hockney, que había prometido asistir a la inauguración, falló al final.

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Desde hace varios años, el teatro San Carlo de Nápoles, uno de los más bellos de Italia, juega la carta internacional en la inauguración de la temporada operística. Vanessa Redgrave, Gérard Depardieu e Isabella Rosellini son algunas de las estrellas que han servido de reclamo a la lírica en este templo napolitano en pasadas ocasiones. Este año le ha tocado el turno a David Hockney, que presta su talento a la fantasía lírica de Puccini. Los bocetos del pintor pop que ha asimilado la cultura americana en largos años de residencia californiana, los colores netos de la pintura acrílica y el diseño un poco infantil de los dibujos animados crean una Turandot de cuento completamente ajena al drama, un poco absurdo, musicado espléndidamente por Puccini.

Turandot, la historia de la princesa china que odia a los hombres hasta que se da de bruces con un enamorado más insistente y hábil que los anteriores (decapitados uno tras otro), no llegó a ser terminada por Puccini. La versión que propuso el sábado el teatro San Carlo estuvo sabiamente guiada por Gabriele Ferro, al frente de la orquesta, y contó con la brillante actuación de los coros. Los intérpretes principales no siempre estuvieron a la altura de las circunstancias.

Nicola Martinucci, napolitano y uno de los más veteranos intérpretes del príncipe Calaf, dio de sí lo justo para superar dignamente la prueba, sin lanzarse a acrobacias vocales en el Nessum Dorma del tercer acto, optando por cierta neutralidad. Brilló la voz soberbia de Giovanna Casolla en el papel de la princesa Turandot. Pero los aplausos más calurosos fueron quizás para la francesa Norah Amsellem, una delicada Liù.

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