Columna

Calendarios

Llegado el nuevo año en las salas de exposiciones quedan dando suaves coletazos algunas de las muestras fotográficas inauguradas semanas anteriores. Las fiestas navideñas también nos han dejado algunos libros repletos de imágenes que, además de prestarse a ser un buen regalo, siempre ayudan a conocer los vericuetos por donde se desenvuelven algunos autores con buen encaje en el mercado. Otra oferta más popular, que también se prodiga estas fechas, son los calendarios. Es conocido que la fotografía siempre ha tenido un apego especial a este soporte. Bajo esta apariencia, puede llegar al rincón ...

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Llegado el nuevo año en las salas de exposiciones quedan dando suaves coletazos algunas de las muestras fotográficas inauguradas semanas anteriores. Las fiestas navideñas también nos han dejado algunos libros repletos de imágenes que, además de prestarse a ser un buen regalo, siempre ayudan a conocer los vericuetos por donde se desenvuelven algunos autores con buen encaje en el mercado. Otra oferta más popular, que también se prodiga estas fechas, son los calendarios. Es conocido que la fotografía siempre ha tenido un apego especial a este soporte. Bajo esta apariencia, puede llegar al rincón más insólito y su visionado dura como poco doce meses. Admite los estilos y formatos más variados por lo que puede acoplarse a todos los gustos. El camionero lo puede colgar en la cabina de su vehículo, el campesino en la puerta de la cuadra, la cocina del hogar es otro sitio obligado donde ponerlo o incluso la mesa del empleado de banco o la del ejecutivo más dinámico. Todos utilizamos calendarios, no solo para recordar la fecha en la que vivimos, también para disfrutar de sus bellas imágenes que en muchas ocasiones son representaciones alegóricas de meses y estaciones del año.

En el País Vasco, los grandes distribuidores de estos almanaques que nos recuerdan fiestas y días de trabajo son las Cajas de Ahorro. La factura de imprenta, por la calidad del producto, debe resultar sustancial. Los hacen tamaño póster, para colgar de una escarpia en la pared o de tamaño postal para el despacho. La belleza y calidad de sus imágenes está habitualmente garantizada. Se pone tanto esmero en su edición que uno puede pensar que existe una competición entre las distintas entidades financieras por ver quien hace el mejor producto. Incluso puede derivar en un símbolo de prestigio con aplicaciones comerciales de mayor envergadura, capaz de atraer a nuevos clientes (cartillas). Pero dejando a parte estas hipotéticas variantes comerciales, no cabe duda que para los ahorradores más humildes recoger el calendario es una forma de recuperar dividendos, un beneficio siempre útil y con notables valores estéticos.

Entre las ofertas para este 2002 no se pueden olvidar las de Vital Kutxa, ni la de Caja Laboral cuyas imágenes nos propone distintas actividades para los doce meses de este año capicúa. Se pasa por la pesca a caña bajo el Peine de los Vientos en enero, la alegría de las bodas en mayo o los festivales de jazz durante el mes de julio. Son fotografías cargadas de color y movimiento, un tanto asépticas, donde lo formal prima sobre el contenido. La bbk= abre su almanaque con el nuevo logotipo en minúsculas y según se pasan las hojas nos topamos con un monográfico sobre la costa y rías vizcaínas. En este caso el estilo descubre al autor, el veterano Pedro Zarrabeitia. Una referencia que en ninguno de los casos se menciona, una actitud extraña que olvida valorar dignamente el trabajo realizado y poco dice a favor de los editores.

En cualquier caso merece especial atención el calendario repartido por la Kutxa de Guipúzcoa. Sin duda, influidos por la apisonadora de la globalización y queriendo insertar los valores guipuzcoanos en un mundo que dicen abierto, comparan algunos aspectos de la cultura vasca, a la que sitúan sin pararse en más contemplaciones 'entre lo mejor del mundo', con determinados simbolos reconocidos universalmente. Bien se trate de una ironía, o una boutade con raíces chovinistas, la idea se plasma en doce suculentos fotomontajes de espléndida factura técnica (seguimos sin saber quien es el autor). No debemos caer atónitos cuando veamos al Ratón de Getaria envuelto en sugerentes palmeras tropicales; a un levantador de piedra ante el Partenón observado por su público de baserritarras; a dos traineras regateando por los canales de Venecia, a un arrantzale en su chipironera ante las dos torres de New York (todavía intactas) o a unos bueyes con sus carreteros arrastrando un piedra por la muralla china. Vamos, un poema icónico con doce estrofas inolvidables y, sobre todo, mucha retranca.

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