Editorial:

BBVA: nueva etapa

Esta semana se ha iniciado una nueva etapa en uno de los grandes bancos españoles: el BBVA dispone a partir de ahora de un único presidente y de un nuevo consejero delegado. Con esta operación finaliza la larga marcha de fusiones que ha tenido como protagonistas a los antiguos bancos Bilbao y Vizcaya, ambos privados, y a la antigua Argentaria, un banco público privatizado por el PP.

A la hora de la marcha de Emilio Ybarra, copresidente hasta ahora del BBVA, es justo hacer el reconocimiento de sus méritos. Ascendido al primer escalafón del BBV tras la traumática fusión del Bilbao y Vizca...

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Esta semana se ha iniciado una nueva etapa en uno de los grandes bancos españoles: el BBVA dispone a partir de ahora de un único presidente y de un nuevo consejero delegado. Con esta operación finaliza la larga marcha de fusiones que ha tenido como protagonistas a los antiguos bancos Bilbao y Vizcaya, ambos privados, y a la antigua Argentaria, un banco público privatizado por el PP.

A la hora de la marcha de Emilio Ybarra, copresidente hasta ahora del BBVA, es justo hacer el reconocimiento de sus méritos. Ascendido al primer escalafón del BBV tras la traumática fusión del Bilbao y Vizcaya, Ybarra se remangó y convirtió aquella suma de entidades heterogéneas en un gran banco. Y lo hizo rompiendo con el tópico de los señoritos de Neguri que siempre acompañó a las entidades vascas. Ybarra ha sido el ejemplo de bancario trabajador, independiente, al que han acompañado los resultados.

Cuando en 1999 se fusionan el BBV y Argentaria, se instala una copresidencia en el nuevo banco y se acuerda una fecha de salida para Ybarra. Éste la ha adelantado presuntamente para acabar con las tensiones que acompañan a la unión de culturas distintas, que caracterizan a todo tipo de fusiones. La experiencia bancaria indica que las copresidencias no funcionan sino como una fórmula provisional. Por ello, el sacrificio de Ybarra ha de ser entendido como una renuncia en favor de la estabilidad del banco. Y como el fin de su transición. Es su último servicio al mismo.

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Francisco González, el nuevo presidente único, se enfrenta ahora a una nueva etapa con retos complicados. En primer lugar, administrar un gran banco en una coyuntura económica difícil, con una presencia muy significativa en una de las zonas más volátiles y débiles del planeta: América Latina. También, prepararlo para una nueva época en la que, previsiblemente, las fusiones financieras serán transfronterizas, no entre entidades de un mismo país, como corresponde al marco de referencia de nuestra época: la globalización. Por último, evitar los recelos de las familias tradicionales vizcaínas, presentes en el consejo de administración y en la tecnoestructura del BBVA.

González, que se ha dotado de una nueva estructura directiva, tiene una dificultad añadida: habrá de superar esa dificultad de origen que hace que haya llegado a la presidencia de un banco privado a través de un nombramiento político. González fue presidente de Argentaria a través del dedazo del Gobierno de Aznar, que no se fiaba de su antecesor, Francisco Luzón, a pesar de su buena labor en el banco público. Además, González, al revés que Ybarra, es un hombre que no proviene del mundo bancario, sino del bursátil, por lo que también tendrá que aplicar sus habilidades en el día a día, en la banca al por menor, que al fin y al cabo es la mayor parte del negocio bancario típico. Profesionalidad no le falta. A partir de ahora González tendrá que demostrar su autonomía del poder político consiguiendo los mejores resultados a corto y a largo plazo para sus accionistas, clientes y trabajadores. Ése es su reto.

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