Reportaje:

Diez años mirando al mar

El Museo Naval de San Sebastián celebra su décimo aniversario a la espera de una sede más amplia

El Museo Naval de San Sebastián navega hacia el año 2002 con diez años de vida a sus espaldas y la vista puesta en una nueva década que esconde una fecha, aún sin determinar, muy esperada por los responsables del centro cultural: el día en que, si prosperan los planes de la Diputación guipuzcoana, podrá abandonar la actual sede del puerto donostiarra, que se ha quedado pequeña para sus pretensiones, e instalarse en la zona de La Herrera de Pasaia.

Pero, en su décimo aniversario, el Museo Naval, propiedad de la institución foral y codirigido por José María Unsain y Soco Romano, no ha que...

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El Museo Naval de San Sebastián navega hacia el año 2002 con diez años de vida a sus espaldas y la vista puesta en una nueva década que esconde una fecha, aún sin determinar, muy esperada por los responsables del centro cultural: el día en que, si prosperan los planes de la Diputación guipuzcoana, podrá abandonar la actual sede del puerto donostiarra, que se ha quedado pequeña para sus pretensiones, e instalarse en la zona de La Herrera de Pasaia.

Pero, en su décimo aniversario, el Museo Naval, propiedad de la institución foral y codirigido por José María Unsain y Soco Romano, no ha querido dejar de echar la vista atrás para repasar el trabajo realizado desde que abrió sus puertas en 1991. Su objetivo era 'contribuir a la tarea de conservación, estudio y divulgación del legado marítimo del País Vasco', y desde entonces ha recibido a 500.000 visitantes. Con una exposición titulada En torno a la memoria marítima, que permanecerá abierta hasta el próximo 31 de enero, y un libro, el centro resume la historia y el trabajo de estos diez años.

La recuperación y protección de embarcaciones ha sido uno de los ejes clave para el museo a lo largo de estos diez años, a pesar de que a principios de los noventa el desinterés por este patrimonio era 'casi absoluto', según subraya Unsain. Durante este periodo, el museo ha adquirido 24 embarcaciones de pequeño y mediano tamaño, la mayoría relacionada con la actividad pesquera, aunque no faltan algunas de uso portuario y de recreo.

La intervención del Museo Naval evitó, por ejemplo, el desguace de la draga Jaizkibel, construida en los astilleros Euskalduna de Bilbao en 1934 y declarada bien cultural con categoría de monumento por el Gobierno vasco en 1993. El centro salvó también la merlucera Lagun Artean de Hondarribia, que es una unidad representativa de la pesca artesanal al pincho. El limitado espacio de la actual sede del museo hace imposible mostrar las embarcaciones recuperadas, una deficiencia que Unsain espera poder paliar, al menos en parte, con la traslado de sus instalaciones a Pasaia.

En cualquier caso, las embarcaciones son sólo una parte de las casi 3.500 piezas que ha reunido el Museo Naval, muchas de ellas a raíz de la veintena de exposiciones temporales que ha organizado. Van desde instrumentos de navegación hasta latas de conserva, pasando por planos, manuscritos, cartas marítimas, pinturas y grabados, fotografías, postales y carteles.

Una parte de este patrimonio puede verse estos días en la muestra conmemorativa del décimo aniversario del museo. Es el caso del óleo anónimo de 1835 en el que aparecen buques de vapor de la Legión Auxiliar Británica en la bahía donostiarra durante la primera guerra carlista. O los prismáticos que utilizó el comandante Manuel Galdós a bordo del bou artillado Gipuzkoa. O alguno de los pasquines que repartía el Gobierno vasco para identificar a los buques rebeldes durante la Guerra Civil.

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El centro recuerda también la industria conservera. En las estanterías de la exposición descansa una piedra litográfica para imprimir latas, en las que se reproducían estampas típicas, como las regatas de traineras.

La investigación constituye otro de los pilares del Museo Naval, que ha editado tres números de Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, así como trabajos monográficos y publicaciones de carácter divulgativo. Desarrolla, además, talleres pedagógicos y visitas y programas educativos.

El codirector del Museo Naval no oculta su 'satisfacción' por estos primeros diez años de actividad. No obstante, insiste en que 'la falta de espacio' de la actual sede es 'un condicionante para organizar exposiciones y talleres pedagógicos e incorporar nuevos materiales'. La reubicación en Pasajes permitiría 'organizar un museo de ámbito vasco con unas dimensiones acordes con la historia y la importancia que la cultura marítima tiene en Euskadi', destaca.

Pero el traslado todavía no tiene fecha, pues está ligado a la remodelación del área de La Herrera. 'La Diputación ha tomado la decisión política de reinstalar el museo en Pasajes, pero llevará su tiempo', reconoce Unsain, aunque espera que el cambio 'no se demore en exceso'.

Un edificio con historia

La casa-torre que alberga el Museo Naval quizá se haya quedado pequeña, pero no ha perdido su valor histórico. Según recoge José María Unsain en el libro En torno a la memoria marítima, se desconoce la fecha exacta de su construcción, aunque se remonta a mediados del siglo XVIII. Un plano de 1760 ya plasma su existencia como Casa del Consulado, una agrupación de comerciantes marítimos, patrones y propietarios de barcos. En el inmueble vivía el teniente del puerto, encargado de auxiliar a las embarcaciones con dificultades. Con la llegada del siglo XIX, el consulado perdió parte de sus atribuciones y el edificio pasó al Ministerio de Obras Públicas y Puertos. Los vecinos del muelle donostiarra lo usaron como refugio en la Guerra Civil. Tras la contienda y hasta 1988, en que comienzan las obras del Museo Naval, la casa-torre sirvió para funciones diversas, entre ellas, para guardar la lancha del farero de la isla de Santa Clara.

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