Reportaje:TEATRO

Cien años al norte de Ibsen

La de Jon Fosse (1959) es una historia que vale la pena contar. Se dio a conocer en Noruega a principios de los años ochenta con una novela (Raudt, svart) inspirada en Rojo y negro, de Stendhal, y con un libro de poesía cuyo título se podría traducir como Un ángel con los ojos húmedos. Su escritura austera y precisa, el universo cerrado de sus obsesiones, le singularizaron entre los escritores de su generación y pronto se abrió un camino ancho y claro en el mercado literario.

A veces una decisión ajena imprime un giro a la propia vida. Fosse no sería hoy el autor co...

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La de Jon Fosse (1959) es una historia que vale la pena contar. Se dio a conocer en Noruega a principios de los años ochenta con una novela (Raudt, svart) inspirada en Rojo y negro, de Stendhal, y con un libro de poesía cuyo título se podría traducir como Un ángel con los ojos húmedos. Su escritura austera y precisa, el universo cerrado de sus obsesiones, le singularizaron entre los escritores de su generación y pronto se abrió un camino ancho y claro en el mercado literario.

A veces una decisión ajena imprime un giro a la propia vida. Fosse no sería hoy el autor contemporáneo noruego más representado fuera de su país si Tom Revlov, director de la Den Nationale Scene de Bergen, no hubiera tomado en 1986 una iniciativa radical: olvidarse de los autores de siempre y estrenar 10 obras recientes por año durante el tiempo que estuviera al frente de esa casa. Duró 10 años, estrenó 60 y le pegó un empujón a la dramaturgia nacional. Al amparo de la política de Revlov, el joven director Kai Johnsen instigó a Fosse (que hacia 1994 ya había publicado cinco novelas, tres libros de poesía, dos de relatos, un ensayo...) a que escribiera una obra teatral, Y nunca nos separaremos, que él mismo llevó ese año a la Den Nationale Scene. En la temporada siguiente, Fosse estrenó El nombre (premios Ibsen y Dramático Escandinavo), y después Alguien vendrá, El niño, Madre y niño y una serie de tragedias sin drama protagonizadas por personajes, siempre los mismos, siempre anónimos, que reflejan la angustia del ser humano actual en el ojo poliédrico de una abeja.

I mai no ens separarem (Y nunca nos separaremos) se estrena el 21 de diciembre en el Teatre Malic de Barcelona, por iniciativa de la joven directora Carlota Subirós, en la versión limpia y rítmica que Alexandra Pujol Skjonhaug ha hecho del verso blanco del autor. Llena el primer acto de la obra el monólogo, tallado a navaja, de una mujer que aguarda a su hombre (Marta Calvó): está escrito en clave musical, como unas variaciones sobre un mismo tema que avanzan en espiral, cada vez más cerca del centro. En el segundo, ella, el hombre esperado (Ramon Vila) y otra mujer (Alicia Pérez) se desencuentran en un tiempo suspendido. ¿A qué recuerda esta obra? A las de Bernhardt, en la estructura del verso que se envuelve a sí mismo, que se muerde la cola. A La danza de la muerte, de Strindberg, por su atmósfera opresiva. Pero Fosse es otra cosa. Por eso sus estrenos se suceden en Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza... Ahora le llega el turno a España: por partida doble, porque la Beckett de Barcelona anuncia para marzo el estreno de Algú vindrà.

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