VISTO / OÍDO

¡Señor, sí, señor!

Se borra el color verde loden atravesado de puntos asesinos y sale un marine tiznándose. Parece absurdo en un país blanco, polvoriento, seco; aparecerá como un punto negro. El sargento mayor: ya saben, el de los grandes ángulos en la manga, el mejor amigo del general y que grita. Los clónicos responden: '¡Señor, sí, señor!'. No sé por qué Estados Unidos se opone a la clonación si han creado la mejor. Nunca la biología lo haría mejor. Quizá los japoneses. ¡Ah, los japoneses! El señor, sí, señor recuerda que hace 60 años ocurrió lo de Pearl Harbor, y estos chicos pelados y tiznados...

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Se borra el color verde loden atravesado de puntos asesinos y sale un marine tiznándose. Parece absurdo en un país blanco, polvoriento, seco; aparecerá como un punto negro. El sargento mayor: ya saben, el de los grandes ángulos en la manga, el mejor amigo del general y que grita. Los clónicos responden: '¡Señor, sí, señor!'. No sé por qué Estados Unidos se opone a la clonación si han creado la mejor. Nunca la biología lo haría mejor. Quizá los japoneses. ¡Ah, los japoneses! El señor, sí, señor recuerda que hace 60 años ocurrió lo de Pearl Harbor, y estos chicos pelados y tiznados, para igualar más lo igual, lo iban a vengar. Yo creía que era distinto: Japón lanzó una guerra desde su Estado abierto, con toda la traición de todas las guerras (aunque fuera amarilla en la literatura local), destrozó barcos, aviones y soldados armados, se suicidó como estos otros asiáticos y vencido. La venganza fueron las bombas atómicas, que hicieron más víctimas civiles en menor número de segundos: canallada blanca. Pero siempre esos nombres mueven a los clonados: Farnesio, duque de Alba, Flandes. O Franco.

Ya están muriendo: algo más que añadir al dolor de cada día. Cierto que el terreno se les ha allanado por miles de clonados por la muerte, empezando por los inocentes de Nueva York. Ésa sí que iguala, como sabían nuestros clásicos. A los clonados los han precedido las máquinas miserables de los pilotos frescos y alegres. Los han precedido los asesinos de a pie de la Alianza del Norte, con sus gorros como setas enormes: 'Baño de sangre', dicen los testigos. Matan antes a los más inocentes, como está enseñado: a los paquistaníes, chechenos, uzbecos. A los que fueron a morir por la civilización musulmana profanada. También están llegando a zampárselos los rusos por los chechenos. '¡Hurra, cosacos del desierto, Europa os brinda su espléndido festín'. Y Asia. Lo manda Putin, el Bush del frío, el agente especial de esta operación colosal, que, matando mucho y muriendo algo, conseguirá su integración en el orbe cristiano, en la civilización occidental.

Y algo sacará Aznar con su visita a Bush, que ha anunciado que le va a explicar la necesidad de crear tribunales militares secretos en tiempos de terrorismo. Podría ocurrir que lo aprendiese: '¡Señor, sí, señor!'.

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