Reportaje:YACIMIENTO DE TIERMES | EXCURSIONES

Treinta siglos en un día

Picapedreros celtíberos, romanos y medievales labraron una gran urbe en la roca roja del suroeste soriano

El rincón en el que Soria se toca con Guadalajara y Segovia es un páramo alto -1.250 metros-, rojo -lo son las tierras de sus vastos labradíos, la roca arenisca de sus oteros descarnados, la piedra de sus cuatro caseríos- y solitario: 0,8 habitantes por kilómetro cuadrado. Avanzando por esta sucursal de Marte en la Tierra, no podemos dejar de preguntarnos cómo verá el panorama un daltónico -¿verde?, ¿azul?...- y cómo lo verán los labriegos a los que la estadística divide en fracciones imposibles de 0,8: seguramente negro... En fin, las más peregrinas ideas. Pero ninguna tan extraña como el pen...

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El rincón en el que Soria se toca con Guadalajara y Segovia es un páramo alto -1.250 metros-, rojo -lo son las tierras de sus vastos labradíos, la roca arenisca de sus oteros descarnados, la piedra de sus cuatro caseríos- y solitario: 0,8 habitantes por kilómetro cuadrado. Avanzando por esta sucursal de Marte en la Tierra, no podemos dejar de preguntarnos cómo verá el panorama un daltónico -¿verde?, ¿azul?...- y cómo lo verán los labriegos a los que la estadística divide en fracciones imposibles de 0,8: seguramente negro... En fin, las más peregrinas ideas. Pero ninguna tan extraña como el pensamiento de que sobre aquel cerro pelado -y adivinen de qué color- alzábase antaño una ciudad con teatros, piscinas climatizadas y mansiones de 35 habitaciones. La Pompeya española.

El pequeño museo que hay a las puertas de Tiermes nos resume, cual oportuno flash-back, una película de 30 siglos: desde la edad del bronce hasta la despoblación del lugar en el XVI. A pesar de que las excavaciones sistemáticas no comenzaron hasta 1975 y de que sólo se conoce un 1% del yacimiento, lo descubierto ya nos produce maravilla. Maravíllanos ver las espadas arévacas, aliadas de Numancia, enemigas de Roma; los ases y los bustos de quienes debelaron la ciudad en el año 98 antes de Cristo, siendo cónsul Tito Didio, y los huesos de uno de los últimos pobladores medievales en su sarcófago pétreo, riéndose a mandíbula batiente de tanto vano afán.

Desde el aparcamiento del museo, donde hay una calzada romana cortada transversalmente que recuerda mucho a una lasagna -al fin y al cabo, los inventores son los mismos-, nos acercamos al yacimiento por la prolongación de la carretera, una pista que lleva bordeando la muralla romana hasta la ermita románica de Nuestra Señora de Tiermes, único edificio no ruinoso del enclave, cuyos capiteles alojan, como páginas de un cómic, al moro enturbantado, a la sirenita, al doble grifo y a los caballeros de la eterna contienda. Alrededor del templo se han inventariado más de 200 tumbas medievales.

Caminando en la dirección que indican las señales de madera, bajamos hacia el río Manzanares, junto al que descubrimos, labrada en la arenisca, una gradería prerromana de 60 metros de ancho cuya utilidad se ignora, y aunque ahora acoge todos los años un festival de teatro clásico, que queda muy bien, antaño igual se celebraban allí las juntas de vecinos o se capaba a los adúlteros, cualquiera sabe. Abierta en la misma peña estaba la puerta del Sol, una de las tres que daban acceso a la ciudad: hoy sólo se conserva el boquete, el gozne y la huella dejada en la roca por 3.000 años de carros.

Idéntica afición a la arquitectura rupestre se aprecia en las vecinas termas romanas, con sus piscinas excavadas directamente en la arenisca, y en las viviendas situadas justo debajo de ellas. A partir de aquí, bordeando el cerro hacia poniente, vemos tallados numerosos cubículos, hornacinas y escaleras, e incluso los mechinales -agujeros donde se introducen las cabezas de las vigas- de una casa de vecinos de siete plantas que estuvo adosada al cantil suroccidental. Tras pasar ésta, vienen las sorpresas de un canal subterráneo horadado en la pura roca a lo largo de 140 metros, y la puerta del Oeste, por la que subimos a las terrazas del mediodía de Tiermes.

Los siguientes hitos son la casa del Acueducto -mansión privada de 1.800 metros cuadrados repartidos en 35 estancias-, el Castellum Aquae -depósito para abastecimiento de aguas de la ciudad- y, ya en lo más alto, el Foro, la plaza mayor de los romanos. Sobre sus ruinas casi irreconocibles planean a todas horas docenas de buitres que anidan en los cortados de allende el Manzanares. Dicen que, antes de ser incinerado, el arévaco muerto en combate era expuesto a estas aves a fin de que su espíritu, sin la traba de la carne, subiera al cielo. Ellos, los buitres, son otro hermoso recuerdo, el más antiguo, de la urbe celtibérica, romana y medieval de Tiermes.

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Casas rupestres en Tiermes.A. C.

Museo, hotel y restaurante

- Dónde. El yacimiento de Tiermes dista 157 kilómetros de Madrid capital. Se va bien por la carretera de Burgos (N-I), desviándose en el kilómetro 105 por la N-110 hacia Riaza y Ayllón, donde ya aparecen los primeros indicadores viales que guían hasta las ruinas pasando por Cuevas de Ayllón, Liceras y Montejo de Tiermes. - Cuándo. Cualquier época del año es buena para efectuar la visita de las ruinas, un paseo de una hora de duración y sin dificultad alguna. Es conveniente, no obstante, llevar ropa y calzado apropiados para caminar por el campo y, en caso de que queramos recorrer el tramo subterráneo del acueducto, una linterna. - Quién. El personal del Museo de Tiermes, situado junto al yacimiento arqueológico, facilita guías informativas. Su horario de invierno es de 10.00 a 14.00 y de 15.30 a 18.00. El yacimiento permanece siempre abierto y, al igual que el museo, es de acceso gratuito. - Y qué más. También junto al yacimiento, el hotel Termes ofrece 12 habitaciones dobles a 7.500 pesetas, con desayuno, distribuidas en torno a un patio central porticado, estilo villa romana (975 18 61 23). El anexo restaurante La Venta de Termes hace ricos alubiones de Noviales y asados con leña de encina y estepa.

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