Columna

El 'Madrid'

Íbamos casi todas las noches al pub Dickens, que estaba situado frente a las fachadas de la calle del General Pardiñas. Tenía una buena terraza que, hacia las once de la noche, se llenaba de periodistas y de escritores en una especie de manifestación sin pancartas pero con whiskys, gintonics y cervezas con aperitivo de aceitunas rellenas.

Fue en el mes de noviembre de 1971 cuando el ministro de Información y Turismo, Alfredo Sánchez Bella, decidió cancelar la inscripción del Madrid en el Registro.

Era el cierre total, la muerte física.

Debió de pesar d...

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Íbamos casi todas las noches al pub Dickens, que estaba situado frente a las fachadas de la calle del General Pardiñas. Tenía una buena terraza que, hacia las once de la noche, se llenaba de periodistas y de escritores en una especie de manifestación sin pancartas pero con whiskys, gintonics y cervezas con aperitivo de aceitunas rellenas.

Fue en el mes de noviembre de 1971 cuando el ministro de Información y Turismo, Alfredo Sánchez Bella, decidió cancelar la inscripción del Madrid en el Registro.

Era el cierre total, la muerte física.

Debió de pesar decisivamente en su ánimo, y en ánimos más encumbrados, el revuelo político que se organizó tres años antes, en 1968, cuando Rafael Calvo Serer publicó su famoso artículo Retirarse a tiempo. Calvo se refería a De Gaulle, pero en los gabinetes de El Pardo se leyó como una envenenada invitación a Franco a dejar el poder con grandeur francesa. Y el diario estuvo cerrado durante cuatro meses.

Debió de haber otras causas, sin embargo, para el cierre del 71. El Madrid era un diario moderado, bonachón y un punto castizo; castizo de quien se va a la verbena dando el brazo a la Cibeles.

Al renovarse la redacción, había empezado a contar cosas que realmente pasaban, lo que era una rareza en un diario de la época. Pero no fue propiamente un periódico de oposición. El director, Fontán, opusdeísta distinguido y no del montón, era cualquier cosa menos subvertidor del orden.

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Así que hubo cábalas sobre el porqué del cruel y desproporcionado cierre. Dice uno de los que fueron redactores del diario: 'Yo creo que fue por falta de calor en el elogio a Franco'.

La efeméride trae el recuerdo de las noches del Dickens. Allí nunca nadie dijo: venimos a solidarizarnos con el diario. Pero esto es lo que se hacía.

Se iba allí para ser testigo de una barbaridad; para que no pasara inadvertido ni se olvidara uno de los mayores atropellos que nunca sufrió la libertad de expresión.

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