Columna

Aciertos y deslices de Lucio Muñoz

Inmejorable es el montaje de la exposición de Lucio Muñoz (1929-1998) en la bilbaína Galería Juan Manuel Lumbreras. En la muestra se presentan tablas de gran formato, pinturas, collages, dibujos y obra gráfica.

La variación de obras surgidas a través de una treintena larga de años deja al descubierto los muchos aciertos y algunos deslices poco afortunados del artista madrileño desaparecido. Son potentísimas las tres piezas de los años 1969, 1971 y 1976. Obras en técnica mixta sobre tabla. A la manera de los óleos torturados de Francis Bacon, la madera quemada insufla a las...

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Inmejorable es el montaje de la exposición de Lucio Muñoz (1929-1998) en la bilbaína Galería Juan Manuel Lumbreras. En la muestra se presentan tablas de gran formato, pinturas, collages, dibujos y obra gráfica.

La variación de obras surgidas a través de una treintena larga de años deja al descubierto los muchos aciertos y algunos deslices poco afortunados del artista madrileño desaparecido. Son potentísimas las tres piezas de los años 1969, 1971 y 1976. Obras en técnica mixta sobre tabla. A la manera de los óleos torturados de Francis Bacon, la madera quemada insufla a las obras una suerte de trágico desgarro. No existe intención explícita cercana al figurativismo. Le basta el abstraccionismo que le depara un material dúctil y fuerte, como la madera, con el aditamento de ser trabajado con certeras incisiones de gubia. Los resultados no pueden ser más contundentes y extraños. Atraen la mirada del espectador de manera inquietante. Sin embargo, algunas obras grandes de los años 1987, 1989 y 1990, son poco convincentes, justamente por la equivocada pretensión de querer buscar parecido con paisajes determinados, bajo la alquimia de lo matérico. Esto ocurre muy en especial en la obra titulada Tivis verde (1987).

En las obras de menor formato encontramos diferentes propuestas, al tiempo que son diferentes los juicios de valor que producen. Mientras que en los papeles siguen vivos y fuertes los resultados finales, en los collages no pasa lo mismo, porque se nos antojan provistos de falta de expresión. Los vemos hechos para ejercitar la mano. Lo contrario sucede con los grabados en madera, ya que participando del mismo motor que inspira a los collages (falta de expresión y ejercicios de mano), a la hora de convertirse en piezas grabadas, desaparecen esos añadidos que van entre paréntesis. Las protuberancias y las hendiduras de los grabados conforman un todo único.

Curiosamente, en los papeles introduce deshechos de grabados, entre otros materiales. Como en algunas obras grandes de los años 1991, 1992 y posteriores se sirve de un sinfín de materiales, tales como poliacetato de vinilo, serrín y papel triturado...

Los grabados en madera, tinta y grafito, así como los de madera, están fechados entre 1992 y 1994. Dos grabados de gran tamaño, en la especialidad de aguafuerte y aguatinta, fueron estampados en 1983. Su calidad es óptima.

Las tablas firmadas en los años 1944 y 1996 plantean ciertas dudas. Fueron ejecutadas con suma destreza y mimo exquisito. Ofrecen mucho mostrando poco. Sin embargo, nos parece que entra en un terreno que le es propio a Antoni Tàpies. En ese terreno el catalán es único, puesto que él como nadie ha sabido impostar un patético sentimiento de destrucción en sus obras, en tanto va recorriendo hacia atrás, como si buscara un no se sabe qué atávico. Nadie puede impedir a Lucio Muñoz la intención de hollar los terrenos que desee más propicios. Sólo decimos que en esas tablas nos acordamos de Antoni Tàpies, para olvidarnos de Lucio Muñoz. Y eso es poco reconfortante para un artista que ha plasmado obras de alto crédito.

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¿Tal vez es un error nuestro traer al pensamiento a un artista como Tàpies? ¿Es muy férreo el poder de Tàpies en esta especial clase de arte matérico?

Son dudas que vienen a confirmar que el arte es una continua e inmarcesible pregunta, que no tiene respuesta fija ni conocida.

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