XXII MOSTRA DE VALÈNCIA

Dos visiones de las secuelas de la guerra llegan a la sección oficial

Se presentan en sala los ciclos alternativos

Dos películas con la guerra como telón de fondo polarizaron ayer la sección oficial. La francesa Clandestino, de Paule Muxel, esconde las trágicas consecuencias de la contienda en la antigua Yugoslavia con apariencia de fábula moderna, mientras que la italiana I nostri anni, de Daniele Gaglianone, se retrotrae más en el tiempo al narrar el ajuste de cuentas de dos antiguos partisanos. Por otra parte, comenzaron las presentaciones en sala de los ciclos más gamberros.

Además de la tragedia bélica que supuran los dos filmes, hay otros puntos en común que los hacen coincidente...

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Dos películas con la guerra como telón de fondo polarizaron ayer la sección oficial. La francesa Clandestino, de Paule Muxel, esconde las trágicas consecuencias de la contienda en la antigua Yugoslavia con apariencia de fábula moderna, mientras que la italiana I nostri anni, de Daniele Gaglianone, se retrotrae más en el tiempo al narrar el ajuste de cuentas de dos antiguos partisanos. Por otra parte, comenzaron las presentaciones en sala de los ciclos más gamberros.

Además de la tragedia bélica que supuran los dos filmes, hay otros puntos en común que los hacen coincidentes. Ambos se basan en el silencio como forma de comunicación y ambos nacen de planteamientos muy simples que, una vez desmadejados, dan lugar a todo un laberinto de interpretaciones.

Clandestino es, en realidad, la historia de un niño abandonado por su padre en un lugar que desconoce. Sólo que el niño es un refugiado bosnio al que su progenitor deja provisionalmente para encontrar una salida a su situación. Pero esta situación es el punto de partida para desarrollar un drama sobre los clandestinos que cruzan la frontera entre Italia y Francia. En la opulencia de la Costa Azul, el pequeño protagonista (un genial Antonin de Solliers en el segundo papel de su prometedora carrera) ha de buscarse la vida hasta retornar al comienzo para hacerse cargo de su propio padre y, en consecuencia, invirtiendo la relación paterno-filial. Es un filme sencillo, como su realizadora, Paule Muxel, afirmó tras la proyección, 'en el que quería contar una historia simple con pocos personajes'. Mas la paradoja de su sencillez está en la enorme complejidad que se establece el contacto entre dos sociedades. La guerra está presente en el contraste entre el silencio de los refugiados y la locuacidad de quienes los acogen.

Sin embargo, la película de Muxel, pese a lo atractivo de su trama, se sustenta en sus intérpretes. El excelente trabajo de los actores secundarios (principalmente Julien Guiomar e Isabelle Pasco) y la deslumbrante actuación del niño ensombrecen un estilo que, a fuerza de dejar fluir los acontecimientos, resulta un tanto plano.

Todo lo contrario ocurre en I nostri anni, que es un verdadero ejercicio de estilo cinematográfico a cargo de su director, Daniele Gaglianone, un experimentado realizador de cortos. El minimalista relato del encuentro entre un par de ancianos partisanos con su verdugo, un decrépito capitán de los camisas negras fascistas, es estirado por Gaglianone durante casi una hora y media de película para experimentar con la imagen, a través de un montaje en el que se combina el mundo real con el recuerdo del pasado en un prístino blanco y negro, y el sonido, con un arriesgado juego de distorsiones entre lo que se escucha y lo que se ve en la pantalla. Por ello, el filme, cuya originalidad está fuera de toda duda, resultará en ocasiones cargante para un espectador que espera algo más que marcas de escritura fílmica para dejar bien claro que es una obra muy personal, pero gustará a quienes apuestan por el cine como vehículo artístico.

Las dos películas de la sección oficial centraron la atención de una jornada en la Mostra que ayer resultó mucho más animada que en días anteriores. La afluencia de público y la presentación en sala de los dos ciclos alternativos del certamen pusieron una nota de vivacidad en un festival algo alicaído.

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El viernes por la noche comenzaron las proyecciones del ciclo dedicado a las Sirenas de medianoche y, con ellas, las introducciones de su programador, el crítico Casto Escópico. Con un estilo entre irónico y documentado, Escópico explicó a los presentes la importancia de Laura Antonelli en el imaginario erótico de toda una generación y las vicisitudes de su vida personal. Las peculiares presentaciones del crítico valenciano continuarán hasta el próximo miércoles, a actriz por noche.

Sin tanta parafernalia, el escritor y periodista Jordi Costa presentó anoche en sala el ciclo sobre Cine Traca elaborado por él para el festival. Acompañado por el realizador argentino Hernán Sáez, codirector de Plaga Zombie y coproductor de Nunca asistas a ese tipo de fiestas, Costa explicó a la concurrencia las peculiares características de un ciclo que reúne filmes difícilmente clasificables y con nula distribución comercial.

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