Reportaje:DE CENICIENTOS A CADALSO | EXCURSIONES

La Vera madrileña

Uvas, higos, zarzamoras y madroños endulzan en otoño el camino entre estos dos pueblos del suroeste

Mamá naturaleza, que es sabia y previsora, hace que en otoño la despensa del bosque reviente de bayas; al tiempo que los insectos empiezan a escasear, los frutos silvestres son la salvación de muchos pajaritos y roedores. Además, coincide con el paso de las aves migratorias, que desperdigarán las semillas ingeridas evacuando sobre remotos lares. (Semillas hay que no germinan si no han sido atacadas antes por jugos gástricos). Todo está calculado y forma parte del mismo cielo, incluido el excursionista que, dolorido el vientre, se acuclilla tras una peña después de darse un verde de zarzamoras....

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Mamá naturaleza, que es sabia y previsora, hace que en otoño la despensa del bosque reviente de bayas; al tiempo que los insectos empiezan a escasear, los frutos silvestres son la salvación de muchos pajaritos y roedores. Además, coincide con el paso de las aves migratorias, que desperdigarán las semillas ingeridas evacuando sobre remotos lares. (Semillas hay que no germinan si no han sido atacadas antes por jugos gástricos). Todo está calculado y forma parte del mismo cielo, incluido el excursionista que, dolorido el vientre, se acuclilla tras una peña después de darse un verde de zarzamoras.

No sólo zarzamoras: paseando el otro día entre Cenicientos y Cadalso de los Vidrios, vimos por doquier tapaculos, bellotas -de encina y quejigo-, majuelos y madroñas; saludamos también a los frutos civilizados de la vid, la higuera, la chumbera, el manzano, el nogal... Unos, cual la uva o el higo, se hallan ahora en sazón y a punto para la cosecha. A otros aún les faltan unas semanas para madurar, caso de las madroñas y las nueces: 'Por San Urbán (31 de octubre), vendimia tu nogal'. Lo cierto es que toda esa frutería, lejos de hacernos sentir la tristeza del año que pasa y declina, nos dejó la dulce impresión de un mundo eternamente joven y fecundo.

Triste es un robledo con las hojas a medio caer, el suelo putrefacto lleno de hongos. Pero estos encinares siempre verdes, salpicados de huertos y viñedos, más nos recuerdan a la fértil y risueña Vera extremeña que a la adusta sierra madrileña. Ya lo dijo en 1864 don Casiano del Prado: 'La famosa Vera de Plasencia no se halla reducida a la cuenca del Tiétar en la provincia de Cáceres, sino que en rigor puede decirse que se prolonga, siguiendo la falda meridional de la sierra de Gredos, ( ... ) hasta San Martín de Valdeiglesias, con sus castaños, sus higueras y otros árboles frutales, con sus olivares y sus viñedos, cuyos dorados racimos se consumen en Madrid'.

Para conocer la que, con toda justicia, podría titularse la Vera madrileña, nos echaremos a andar desde Cenicientos por la carretera de Almorox. Muy cerca de la señal de fin de población, se alza un panel de información sobre la llamada ruta del Encinar, que seguiremos en buena parte, rastreando para ello los pequeños mojones de granito con una franja de pintura verde que señalizan el camino.

Encrucijada

Unos 50 metros más adelante del panel, tiraremos por un ancho camino de tierra que se aparta del asfalto a la derecha, dejando enseguida a la izquierda una vaqueriza y a la diestra un desvío a una escombrera. Siempre de frente, rebasaremos esta encrucijada -un poco sucia y maloliente- para cruzar de nuevo la carretera y proseguir entre cercas de piedra, ahora a través de un pulquérrimo paisaje de encinas, enebros, terebintos, vides, higueras y olivos.

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En la primera bifurcación nítida, doblaremos a la izquierda para bajar por una senda cada vez más angosta y pedregosa que desemboca en la carretera de Cadalso a Almorox, como a una hora del inicio. Por esta carreterilla apenas transitada caminaremos a la izquierda cerca de dos kilómetros y, nada más pasar un puente, cogeremos a la derecha por una pista asfaltada que asciende bordeando el cerro Majuelito, uno de los pocos lugares donde crece el madroño, aparte de en el escudo capitalino.

Además del madroño, jalonan el camino el olivo viejo y el solitario pino piñonero, la vid preñada de racimos y el frutal que asoma por sobre la cerca del huerto la poma tentadora. Atrás dejaremos una cantera de granito, y, al llegar a la casa Damas, a las tres horas de marcha, nos desviaremos a la izquierda para pronto cruzar la carretera de Cadalso a Villa del Prado y avanzar unos metros por encima de ésta, faldeando la peña Muniana, hasta el cercano caserío de Cadalso.

Un excursionista sortea las vides en el camino de Cenicientos a Cadalso.A. C.

En tiempo de vendimia

- Dónde. Cenicientos dista 81 kilómetros de Madrid yendo por la carretera de Extremadura (N-V) hasta Navalcarnero, luego por la M-507 hasta Cadalso de los Vidrios y finalmente por la M-541. Hay autobuses de la empresa El Gato (teléfono 915 304 459) que parten de la Estación Sur de Madrid, los cuales también nos van a servir para regresar de Cadalso a Cenicientos al final de la excursión. - Cuándo. Ruta de 12 kilómetros -sólo ida- y una duración de tres horas y media, con un desnivel acumulado de 200 metros y una dificultad baja -pese a no estar muy bien señalizada- que, a principios del otoño, tiene el gran aliciente de coincidir con la vendimia. - Quién. La Consejería de Economía y Empleo de la Comunidad de Madrid editó en 1998 la guía Descubre tus cañadas. Rutas por el valle del Alberche, en la que se incluye una descripción pormenorizada de éste y otros itinerarios señalizados -aptos para ser realizados a pie, en bicicleta o a caballo- por el suroeste de Madrid. - Y qué más. Existe un mapa de esta ruta en el panel situado a la salida de Cenicientos; no obstante, es aconsejable llevar la siguiente cartografía: hoja 17-23 (Méntrida) del Servicio Geográfico del Ejército, o la equivalente (580) del Instituto Geográfico Nacional.

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