Columna

Elogio del profesional

Nadie ha retratado mejor que Eamonn Dunphy la figura del buen profesional del fútbol. Dunphy, un irlandés que jugó varios años en la Segunda inglesa en los años sesenta y setenta, tenía más facilidad con las palabras que con la pelota. En 1972 describió su aventura en el Millwall en un clásico indispensable. Lo tituló ¿Sólo un juego? y no se lo dedicó ni a sus padres, ni a su mujer, ni a sus hijos. Se lo dedicó al buen profesional del fútbol, una raza bastante menos numerosa de lo que se cree. Así quedó retratado el profesional por Dunphy: 'Creo que el verdadero profesional es el autént...

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Nadie ha retratado mejor que Eamonn Dunphy la figura del buen profesional del fútbol. Dunphy, un irlandés que jugó varios años en la Segunda inglesa en los años sesenta y setenta, tenía más facilidad con las palabras que con la pelota. En 1972 describió su aventura en el Millwall en un clásico indispensable. Lo tituló ¿Sólo un juego? y no se lo dedicó ni a sus padres, ni a su mujer, ni a sus hijos. Se lo dedicó al buen profesional del fútbol, una raza bastante menos numerosa de lo que se cree. Así quedó retratado el profesional por Dunphy: 'Creo que el verdadero profesional es el auténtico héroe del deporte. Él no es necesariamente un gran jugador, o el mejor jugador del equipo, aunque puede ser ambas cosas. Su grandeza está más relacionada con su disposición que con su talento (...) Muchas de sus cualidades son invisibles desde la grada y las tribunas de prensa (...) El buen profesional siempre acepta la responsabilidad, la suya y, cuando las cosas se ponen duras, la de los demás compañeros (...) Si estás en la mierda, después de conceder a tu rival uno o dos metros, el buen profesional acudirá a rescatarte para hacer lo que a los ojos de la gente parece una simple intercepción (...) Cuando tu equipo ataca, siempre estará dispuesto a recibir el balón, no cuando ganas 2-0 en casa o cuando pierdes 2-0 fuera de tu campo, sino cuando es necesario coraje moral (...) En el ataque o en la defensa, en casa o fuera, en el barro de enero, en el viento de abril, en el calor de agosto, cada partido es un examen y hay muchas maneras de escabullirse, de evitar la responsabilidad con el equipo. El buen profesional nunca lo hace. A veces está exhausto, o desesperado, pero nunca fuera del partido, nunca en la lista de desaparecidos (...) Él es mi jugador. Él es el futbolista de los futbolistas'.

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Movilla es un excelente jugador que responde en casi todo al retrato de Dunphy. También es un jugador de jugadores. Vale este comentario que hizo Guardiola hace tres años, cuando el Málaga militaba en Segunda. 'Ése es un jugador de verdad', dijo a un grupo de amigos que miraban un partido televisado. Mucho tiempo antes que la gente, Guardiola apreció con entusiasmo las cualidades de Movilla. No sólo juega bien, sino que lo hace con entereza, sin demagogia, con la firmeza del auténtico profesional que resulta indispensable en sus equipos. Está bien que el fútbol español haya reparado por fin en Movilla porque eso significa el reconocimiento a todos los movillas que son decisivos en el fútbol y que tantas veces pasan inadvertidos. ¿Qué otra cosa han sido o son Alexis o Vizcaíno, Urrutia o Donato, Sergio o Baraja? Ellos son los héroes de los que habla Eamonn Dunphy: los profesionales de toda la vida.

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