Tribuna:LA PLAYA | La Victoria y Rafael Soto Vergés

Inquilino del mar

Tengo un piso, en un edificio alto llamado Las Caracolas, a unos cinco metros de la playa Victoria de Cádiz. La metonímia, o figura poética que cambia el continente por el contenido, funciona aquí perfectamente. Las caracolas musicalizan mis oídos con los otros rumores de la infancia, con el piélago atlántico, con aquella apertura al infinito. Las caracolas son muy receptivas a ese acorde constante de agua y cielo, algunas veces muy azul, si hace un tiempo caliente; algunas veces verde, si impera el viento frío del poniente.

Mi alcoba, con balcón abierto a la playa Victoria, se llena de...

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Tengo un piso, en un edificio alto llamado Las Caracolas, a unos cinco metros de la playa Victoria de Cádiz. La metonímia, o figura poética que cambia el continente por el contenido, funciona aquí perfectamente. Las caracolas musicalizan mis oídos con los otros rumores de la infancia, con el piélago atlántico, con aquella apertura al infinito. Las caracolas son muy receptivas a ese acorde constante de agua y cielo, algunas veces muy azul, si hace un tiempo caliente; algunas veces verde, si impera el viento frío del poniente.

Mi alcoba, con balcón abierto a la playa Victoria, se llena de unos sueños submarinos cuando este mar tan próximo asume la condición del subconsciente. Monstruos de la conciencia me visitan y entonces me levanto para hacer un poema. Otras veces el mar me trae sus frutos de sargazos, salobres y enhebrados. Y yo me enredo en mi alegría de inquilino del mar.

En este inquilinato de las aguas, todo es gozo cambiante. Y hasta la nostalgia es como la caricia, tan plumosa, que dibuja la cresta de una ola. Desde mi juventud, he escrito numerosas poesías que cantaban al mar. También yo me he bañado en esa playa diminuta que llaman La Caleta. Pero entre La Victoria y La Caleta hubo una gran diferencia. La Caleta era para los humildes para los barqueros y los pescadores de jaurel. Pero La Victoria era la playa de los señoritos, en aquellos entonces malhadados, cuando tenía que desnudarse uno en la caseta del amigo cuyo padre fascista era notario por más señas.

La democratización de nuestras playas ya constituye un hecho consumado. Ahora no se distingue al inquilino de esas distintas aguas. Hoy muchos caleteros llegan con sus sardinas y sus mesas a esa ágora abierta de nuestra playa victoriana. Nos gusta que así sea.

Ahora comprenderéis por qué uno se siente inquilino del mar. Hace ya varios años yo publiqué mi libro Rimado bajo el piélago que, por añadidura, obtuvo un buen premio económico. Pero mi intención era muy otra. Quise versificar, copiar el acorde de las olas, su húmeda lección de finitud e infinitud. Quise copiar, en suma, aquella realidad profunda que subyace en los corchos de la vida. Flotantes siempre fueron las apariencias de las cosas. Pero hay un más allá profundo. El rodaballo de la muerte siempre nos estuvo acechando. En la playa Victoria me alegro con los niños que construyen castillos de arena. Yo soy un inquilino muy serio. Pago mis gastos de comunidad.

Rafael Soto Vergés es poeta y nació en Cádiz en 1936.

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ASÍ ES HOY

Agua: clara y muy limpia, obtuvo la bandera azul de la Comunidad Europea en 1987, renovada ininterrumpidamente hasta hoy. Arena: 2.500 metros de arena muy fina, de color dorado y naturaleza silícea, con un 6% de pendiente hasta la orilla. Servicios: equipada con variedad de servicios, como duchas, zonas infantiles de recreo, módulos de Protección Civil, accesos para minusválidos, canchas de voley-playa, iluminacíón nocturna, etc.

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