Reportaje:

Telas teñidas de modernismo

Una exposición en Terrassa muestra que la corriente artística del siglo pasado también influyó en el diseño textil

El modernismo catalán fue posible gracias al dinero de la industria textil. Fueron los empresarios textiles, como Eusebi Güell y Fèlix Batlló, quienes con sus encargos a arquitectos y artistas hicieron posible este peculiar momento de esplendor de las artes en Cataluña. Pero, y eso es lo paradójico, hasta hace muy poco se daba por seguro que en lo que a diseño textil se refiere los empresarios catalanes eran conservadores y los tejidos y telas se importaban de Francia o Inglaterra. Conscientes de esta contradicción, los responsables del Centro de Documentación y Museo Textil de Terrassa (www.c...

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El modernismo catalán fue posible gracias al dinero de la industria textil. Fueron los empresarios textiles, como Eusebi Güell y Fèlix Batlló, quienes con sus encargos a arquitectos y artistas hicieron posible este peculiar momento de esplendor de las artes en Cataluña. Pero, y eso es lo paradójico, hasta hace muy poco se daba por seguro que en lo que a diseño textil se refiere los empresarios catalanes eran conservadores y los tejidos y telas se importaban de Francia o Inglaterra. Conscientes de esta contradicción, los responsables del Centro de Documentación y Museo Textil de Terrassa (www.cdmt.es) decidieron abrir una investigación para averiguar si hubo realmente un tejido propiamente modernista producido en Cataluña. Lo hubo. El resultado del trabajo, realizado por Josep Casamartina y Sílvia Carbonell, aún no ha concluido, pero una primera aproximación, ya jugosa, puede verse en la exposición Las fábricas y los sueños, que podrá visitarse hasta mayo de 2002 en el museo de Terrassa.

La exposición incluye unas 170 piezas entre tejidos, vestidos, muestrarios, muebles, dibujos, revistas, estandartes y fotografías procedentes de colecciones privadas, museos y anticuarios. 'Hemos encontrado tanto material que nos ha desbordado', dice Eulàlia Morral, directora del centro. 'Es una primera aproximación al tema que iremos desarrollando de forma temática durante los próximos años'.

'Cada día encontramos algo nuevo', confiesa Josep Casamartina, para quien 'el textil siempre se ha investigado desde el punto de vista de la historia económica, pero no desde la perspectiva del producto textil en sí mismo'. Casamartina explica que el tejido modernista comenzó a fabricarse en Cataluña casi una década después de la eclosión arquitectónica del movimiento, hacia 1895, y vivió su momento de mayor esplendor hacia 1900, año en el que algunos industriales consiguieron importantes medallas en exposiciones internacionales, si bien continuó fabricándose hasta bien entrada la década de 1920, cuando el movimiento artístico ya había declinado. Se utilizaba todo tipo de tejidos. La principal diferencia respecto a otras épocas es el motivo decorativo que, al igual que sucede en las otras artes, suele incorporar motivos florales.

En general, afirma Casamartina, hay muy poca documentación sobre este tema, incluso a escala internacional, pese a que el modernismo es un movimiento que reivindica la unión de todas las artes. Pone como ejemplo a Gaspar Homar -de quien hay varias piezas en la exposición-, que diseñaba íntegramente un mueble, incluida la tapicería, ya que para él no había ningún elemento que fuera desdeñable. 'El problema es que el tejido se gasta y la tendencia hasta ahora, incluso en los museos, no ha sido restaurar, sino tirar y cambiarlo por otro, lo que hace muy difícil encontrar las piezas originales', afirma Casamartina.

Las fábricas y los sueños se divide en tres grandes apartados. El primero, titulado Creadores de sueños, tiene como protagonistas a los arquitectos y decoradores que, como Puig i Cadafalch, Domènech i Montaner, Alexandre de Riquer, Joan Busquets, Aleix Clapés, Josep Maria Jujol o el ya citado Gaspar Homar, promovían la integración de todas las artes y consideraban el tejido al mismo nivel que el mobiliario, los vitrales, la pintura y la joyería. Fotografías de la época con lujosos interiores modernistas, mobiliario ricamente tapizado, dibujos para tejidos, cortinajes, alfombras y estandartes configuran la parte principal de este ámbito que refleja cómo el diseño modernista fue integrándose en los tejidos decorativos.

El segundo apartado, Dibujantes y telares, comienza con una parte dedicada a las escuelas de diseño textil, que nacieron precisamente en esta época con el fin de formar a profesionales para la pujante industria, y acaba con un sector dedicado a los grandes almacenes comerciales, como El Siglo, que distribuían telas a metros para sastres, modistas, decoradores y particulares. El rastreo en los libros de contabilidad de algunos de estos almacenes ha permitido comprobar, por ejemplo, que casi el 90% de los pedidos se realizaba a fábricas catalanas, y el resto a extranjeras. Este apartado ofrece también una pequeña muestra del diseño modernista aplicado a diferentes tejidos e industrias, desde los estampados de la industria sedera o linera pasando por los encajes, la lana o el sector algodonero, que en aquel momento representaba el 42% de la producción.

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El espejo y la imagen es el tercer y último apartado de la exposición y el que refleja la aplicación de este diseño a la indumentaria y los complementos de la época. También abre nuevas líneas de investigación como, por ejemplo, el nacimiento del prêt-à-porter, gracias a la creación de grandes almacenes y a la publicidad de las revistas ilustradas. También es el inicio de las marcas, ya que fue entonces cuando las modistas prestigiosas -era una minoría muy exquisita la que podía permitirse el lujo de hacerse los vestidos o los trajes en París o Londres- empezaron a poner etiquetas con su nombre en las prendas como un símbolo de distinción.

Un vestido muy sensual

Algunas modistas catalanas, como Carolina Montagne o Maria Molist, viajaban con frecuencia a París y reinterprtaban los modelos de alta costura. La exposición Las fábricas y los sueños presenta dos tipos de vestimenta muy diferenciados. Por una parte, el modelo clásico con corsé y formas recatadas y, por otra, lo que se conocía como vestido reforma, que suprimía el corsé y se inspiraba en la antigüedad clásica. A la burguesía catalana le costó mucho incorporar este vestido más holgado y cómodo, pero también más sensual. Finalmente, el modista parisiense Paul Poiret consiguió revolucionar la moda femenina, puede que inspirado por su amigo Marià Fortuny i Madrazo, hijo del pintor e instalado en Venecia, de quien se exhibe su famosa túnica Delphos, una de las piezas más bellas de toda la exposición.

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