Tribuna:LA PLAYA | La Línea de la Concepción y Javier Velasco

Viaje en un canasto

Recorrer el camino entre el pueblo y la playa de La Primera Torre se convirtió en lo mejor de cada verano. Les he preguntado a mis hermanos y están casi de acuerdo en que yo todavía no había cumplido los dos años cuando me llevaron por primera vez a ese lugar mítico de mi infancia. Somos nueve hermanos y yo soy el más pequeño, así que era un juguete para los mayores y tenía la suerte de hacer gran parte del paseo de dos horas metido en un canasto.

Ir a la playa era todo un acontecimiento, mis mejores recuerdos son las anécdotas del recorrido. Salíamos toda la familia al amanecer. Además...

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Recorrer el camino entre el pueblo y la playa de La Primera Torre se convirtió en lo mejor de cada verano. Les he preguntado a mis hermanos y están casi de acuerdo en que yo todavía no había cumplido los dos años cuando me llevaron por primera vez a ese lugar mítico de mi infancia. Somos nueve hermanos y yo soy el más pequeño, así que era un juguete para los mayores y tenía la suerte de hacer gran parte del paseo de dos horas metido en un canasto.

Ir a la playa era todo un acontecimiento, mis mejores recuerdos son las anécdotas del recorrido. Salíamos toda la familia al amanecer. Además de mis hermanos, se apuntaban otros tantos primos; algunos días éramos más de 20. El único vehículo era la moto de mi tío. En ella se cargaban los bultos más pesados, porque había que llevarse bastante comida, y un pasajero que era el encargado de ir montando el tenderete. Mientras que nosotros íbamos caminando, menos yo que pasaba del canasto a los brazos de alguna de mis hermanas, mi tío daba un viaje tras otro con la moto. La costa era totalmente diferente. Atravesábamos la playa de la Atunara y en lo que hoy es el puerto, entonces no había nada urbanizado, pero la verdad es que aunque el paisaje ha cambiado, sigue siendo un lugar tremendamente atractivo.

La primera parada era cerca de la Iglesia del Carmen para comprar los volaores, el pescado seco al sol que íbamos mordisqueando el resto del camino. Después pasábamos por Los Anclas, para mí era como un cementerio de elefantes, pero en lugar de esqueletos había anclas al lado de un cuartel de la Guardia Civil abandonado, de esos que tienen aspecto fantasmagórico. Son las mismas anclas que el Ayuntamiento de La Línea ha utilizado para adornar algunas fuentes y plazas de la ciudad.

Las dos horas andando justificaban que pasáramos el día entero, hasta la puesta de sol, en la playa. El día se nos escapaba cogiendo mejillones en las rocas y pescando. Las excursiones a playa de la Torre se sucedieron año tras año hasta que, a principio de la década de los setenta, mis hermanos empezaron a casarse y el grupo se dispersó. La playa, que se ha conservado mejor que otras de la costa gaditana, es realmente hermosa. A los pies de la torre se divisa Gibraltar entre la bruma. Cada vez que paso por allí, el verano pasado estuve por última vez, es como el reencuentro con un paraíso particular.

Javier Velasco es artista plástico y nació en La Línea de la Concepción en 1963.

Javier Velasco, el pequeño, junto a sus hermanos en la playa de la primera Torre de La Línea de la Concepción, en 1966.
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