VISTO / OÍDO

Pelos de punta

Me pone los pelos de punta el atentado de Jerusalén, pero me preocupa mucho más el suicidio del asesino, sin el cual la mortandad no se habría producido. Los asesinatos de civiles y el terrorismo los conozco desde la infancia, en mi ciudad de pistoleros y luego de bombarderos y cañoneros de la derecha; los sigo viendo con progresos muy notables. El último, el de los ataques occidentales a Yugoslavia en los que se consiguió por primera vez matar a los civiles en altas cantidades por los neoproyectiles científicos hijos de nuestro progreso, o por hambre, como se sigue haciendo con otros países. ...

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Me pone los pelos de punta el atentado de Jerusalén, pero me preocupa mucho más el suicidio del asesino, sin el cual la mortandad no se habría producido. Los asesinatos de civiles y el terrorismo los conozco desde la infancia, en mi ciudad de pistoleros y luego de bombarderos y cañoneros de la derecha; los sigo viendo con progresos muy notables. El último, el de los ataques occidentales a Yugoslavia en los que se consiguió por primera vez matar a los civiles en altas cantidades por los neoproyectiles científicos hijos de nuestro progreso, o por hambre, como se sigue haciendo con otros países. Civiles son los que huyen de África y mueren ante nuestras defensas, o son errantes por nuestras ciudades y campos, o encuentran por fin esclavistas. Se vive con los pelos eternamente de punta, como el personaje Kramer de la serie Seinfeld. Antes de que se tumben los míos habrán sucedido ya las represalias de Sharon. Y de quienes le votaron.

El suicidio de este terrorista me causa un malestar especial. Le veo vestido de ceremonia musulmana, recitando versículos del Corán, preparándose para el sacrificio y el crimen que para él es santo para ir al paraíso de las huríes; me aterroriza esa metafísica y esa propaganda de una religión. También vi las de otra: la Cruzada. Un español actual no puede sorprenderse; aquí hay hombres que matan a lo que se llama estúpidamente 'compañeras sentimentales' y se suicidan después, como para santificar el crimen y darle una explicación. Comprendo el sufrimiento en el que puedan vivir por esta otra metafísica del amor, pero les bastaría con suicidarse sin matar a nadie. Los hay -las hay- que matan también a sus hijos. Ceremonias espantosas. Y nosotros tenemos nuestros propios terroristas que se juegan y pierden la vida: no me extraña que compañeros y amigos les despidan con dolor y me parece absurdo que se les quiera perseguir, pero sí me asombra que esas exaltaciones puedan conducir a otros jóvenes a matar y morir por algo tan alienante como el patriotismo -uno entre los millares de patriotismos-, no mejor que la religión.

Ni el suicida de Jerusalén irá al paraíso ni el español a la independencia. Nunca he visto que estos protagonistas de las guerruchas triunfen personalmente cuando gana su causa. El mundo está lleno de ejemplos, desde aquí cerca, en Marruecos -los que huyen de sus ladrones de Estado serán nietos de los mártires de la lucha por la independencia-, ni allá en Vietnam.

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