Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

CARLOS ÁLVAREZ Y EL PLACER DE LA ZARZUELA

El barítono empieza sus vacaciones, después de cantar en Santander, con la cabeza puesta en su estreno como Rigoletto, en octubre, en el Teatro Real.

Carlos Álvarez es un hombre muy solicitado. Su agenda de compromisos, completa hasta 2006, corrobora que se encuentra en el momento álgido de su carrera, y a un paso de la consagración. El barítono malagueño, con mostacho y melena al estilo de los mosqueteros de Dumas, va por los escenarios haciendo méritos, y convencido de que si logra superar con éxito la prueba de su próximo Rigoletto, la ópera que abre la temporada del Teatro Real, no habrá quien le tosa. Anteanoche arrancó aplausos con arias de ópera y zarzuela en el Festival Internacional de Santander, ciudad donde regresará para ...

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Carlos Álvarez es un hombre muy solicitado. Su agenda de compromisos, completa hasta 2006, corrobora que se encuentra en el momento álgido de su carrera, y a un paso de la consagración. El barítono malagueño, con mostacho y melena al estilo de los mosqueteros de Dumas, va por los escenarios haciendo méritos, y convencido de que si logra superar con éxito la prueba de su próximo Rigoletto, la ópera que abre la temporada del Teatro Real, no habrá quien le tosa. Anteanoche arrancó aplausos con arias de ópera y zarzuela en el Festival Internacional de Santander, ciudad donde regresará para hacer el Ford de Falstaff en diciembre.

Pero Álvarez, que ya ha triunfado en España y se ha consagrado como figura de futuro mundial en Salzburgo, está nervioso porque ansía llegar a su casa de Málaga para estar con sus dos hijos, de tres y año y medio, y con su gente. Quien una vez dijo no a Riccardo Muti, cuando éste le propuso hacer Rigoletto en la Scala de Milán, porque creía que era demasiado pronto, afirma ahora: 'Soy demasiado dócil, no quiero causar tensiones a mi alrededor y a veces digo que sí a cosas que debería negarme'. Lo dice, entre otras cosas, porque sus hijos le tienen comida la moral. De no haber experimentado la paternidad, asegura que no habría podido meterse en la piel de ese personaje jorobado, padre incorruptible, tierno, sacrificado, que es el Rigoletto creado por Giuseppe Verdi.

Para meterse en él, en menos de dos meses, le han fabricado una enorme chepa de látex que pesa lo suyo, y que se le adapta a la espalda hasta deformar ese gesto altanero propio que le da carisma encima del escenario. 'Tengo miedo de que la espectacularidad de la caracterización haga sombra a lo que realmente importa, que es cómo puedo cantarlo', afirma. Pero ya se lo avisaron con tiempo. 'No te asustes si ves por ahí al hombre elefante', le dijeron antes de mandarle probarse el artilugio. Y teme que esta vez pueda volver a lamentar no haberse negado. Pero, ¿qué le va a hacer? Carlos Álvarez es así. Dispuesto, concienzudo, profesional, una de las grandes figuras de la ópera en Europa ya, donde va a demostrar sus dotes verdianas a fondo en Covent Garden, por ejemplo, o en Florencia, los dos lugares donde cantará después la ópera de Verdi.

Delante le quedan dos meses duros de trabajo en Madrid, donde preparará a fondo el personaje. El pasado miércoles, en Santander, ha sido la última vez que ha cantado en público hasta que se abra el telón del Real. Interpretó arias de ópera y zarzuela. 'Me gusta la zarzuela, siento mucho placer con ella, no es fácil y me parece una suerte poder elegir cantarla para recitales', asegura. No lo hace por el bien de preservar el repertorio español, como dicen otros divos, sino por él. 'Cantar zarzuela, para mí, es algo egoísta', afirma.

Son pequeños lujos que se da en una carrera que lleva de dulce, eligiendo bien sus papeles y sus apariciones. Canta, como mucho, ocho días al mes y los 22 restantes prepara a conciencia sus personajes: 'Hay demasiado trabajo detrás de cada actuación. Estudio, conocimiento', dice. Por eso admira a colegas suyos como Thomas Hampson, quizá el barítono más importante de nuestro tiempo, un estadounidense que rastrea a sus personajes en cada viaje que realiza.

Álvarez sabe que para llegar lejos necesita seguir los pasos de gentes como Hampson, que a su vez habla maravillas del barítono malagueño, quien se aplica el cuento y la filosofía del americano. 'El trabajo necesita atención suficiente. Concentración y un respeto. Y yo, que trato de contentar a todo el mundo, a veces me he dado cuenta de que eso luego va en detrimento de la voz'.

El barítono Carlos Álvarez, en el festival internacional de Santander.PABLO HOJAS

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