CARTAS AL DIRECTOR

Seamos coherentes

El otro día cogí un avión para ir a A Coruña en viaje de empresa. Era curioso ver a todos mis compañeros de vuelo en la sala de embarque ocupados en apuntar cosas en agendas, teclear portátiles, hablar por los teléfonos móviles, todo ello como si fuera la última vez que lo fueran a hacer.

Yo soy un hombre al que ciertas circunstancias de la vida le han sosegado mucho, pues he aprendido a relativizar casi todo; antes era como ellos, y en ellos veía ayer un antiguo reflejo de mí.

La casualidad y el mal tiempo en Galicia hizo que, pese a varios intentos de aterrizaje, finalmente vol...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El otro día cogí un avión para ir a A Coruña en viaje de empresa. Era curioso ver a todos mis compañeros de vuelo en la sala de embarque ocupados en apuntar cosas en agendas, teclear portátiles, hablar por los teléfonos móviles, todo ello como si fuera la última vez que lo fueran a hacer.

Yo soy un hombre al que ciertas circunstancias de la vida le han sosegado mucho, pues he aprendido a relativizar casi todo; antes era como ellos, y en ellos veía ayer un antiguo reflejo de mí.

La casualidad y el mal tiempo en Galicia hizo que, pese a varios intentos de aterrizaje, finalmente volviésemos al aeropuerto del que habíamos salido casi tres horas antes. Pues bien, en el vuelo hacia A Coruña, las conversaciones entre los pasajeros se ceñían exclusivamente a temas laborales y cada uno de ellos iba presumiendo todo lo que podía y más de su agresividad empresarial y de lo importantísima que era la reunión a mantener o el proyecto a explicar. Curiosamente, cuando el piloto manifestó la imposibilidad del aterrizaje, todo el mundo, en lugar de manifestar su enfado o contrariedad por la frustración de aquellas importantísimas y fundamentales reuniones, se tranquilizó tanto que empezó literalmente a correr la cerveza, desde ese momento muy solicitada a las azafatas. Seguramente, pensé, todo puede esperar y no pasa nada, nada es tan importante. Entonces ¿por qué tanta prisa, tanta histeria, tanto presumir, tanto machacar al otro? ¿Quizá para crear en nosotros una confianza que, por muy 'ejecutivos agresivos' que parezcamos, aún no hemos logrado? No nos equivoquemos, todos somos útiles, pero nadie es imprescindible.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En