Síndrome antimadridista

El presidente Eduardo Zaplana ha dado cuenta esta semana de lo mucho y bien que ha trabajado su Gobierno a lo largo de estos dos años transcurridos de la presente legislatura. Una eficiencia rayana con lo prodigioso, pues nada menos que se ha liquidado el 80,2% del programa electoral, lo que deja en paños menores el modelo estanjanovista de producción. A partir de ahora, ¿a qué se dedicarán los consejeros y sus equipos, que preguntó un periodista? Si prácticamente todos los objetivos están cubiertos y ya se ha conseguido 'la mayor etapa de prosperidad y progreso que ha vivido la Comunidad Vale...

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El presidente Eduardo Zaplana ha dado cuenta esta semana de lo mucho y bien que ha trabajado su Gobierno a lo largo de estos dos años transcurridos de la presente legislatura. Una eficiencia rayana con lo prodigioso, pues nada menos que se ha liquidado el 80,2% del programa electoral, lo que deja en paños menores el modelo estanjanovista de producción. A partir de ahora, ¿a qué se dedicarán los consejeros y sus equipos, que preguntó un periodista? Si prácticamente todos los objetivos están cubiertos y ya se ha conseguido 'la mayor etapa de prosperidad y progreso que ha vivido la Comunidad Valenciana', referente señero entre todas las referencias, ¿a qué demonios dedicarán su tiempo libre los gobernantes autonómicos? Al padle y a los malos pensamientos, posiblemente.

Lástima que tan felicitario discurso, que no cuestionamos, dada la cantidad de datos ciertos y virtuales que lo nutren, quede ligeramente empañado por la inoportuna realidad que asalta los medios de comunicación. La realidad de los apagones, por ejemplo. Y los cortes de agua potable en numerosos municipios turísticos. Y hasta la desdeñosa atención que se le ha dedicado al aeropuerto del cap i casal, relegado definitivamente a la segunda división. Con todo y con ello quizá se trate de alifafes transitorios que no empañan nuestro crédito ni merman la 'envidia' que provocamos en otras autonomías menos marchosas. El presidente, digo yo, está muy en su papel administrando sin tasa las flors i violes que guste, pues al fin y al cabo pocos o ningún político con mando en plaza practica la autocrítica y no digamos el propósito de enmienda.

Sin embargo, de todos los episodios que han mellado, siquiera sea ligeramente, el balance bienal a que aludimos, nos parecen significativas algunas circunstancias que han concurrido en el fichaje, o mejor dicho, en la venta de Gaizka Mendieta, la joya del Valencia CF. En primer lugar por el hecho mismo de la venta que, siendo fabulosa, aconsejable y acaso inevitable, nos sitúa en la coordenada del mercado que nos corresponde. Dicho de otro modo: que aun viviendo la mayor de nuestras prosperidades históricas no somos capaces de retener a la emblemática figura. Un pequeño toque que nos invita a practicar la humildad.

Otro toque ha sido, a mi entender, el dislate que supone la famosa cláusula antimadridista en virtud de la cual el portentoso futbolista no podrá recalar en el Real Madrid hasta pasados uno o dos años. Al margen de que tal traba sea jurídicamente dudosa y democráticamente impresentable, delata un complejo de inferioridad propio de entidades subalternas deslumbradas a su pesar por el poderío de su adversario. Se comprende que estos sentimientos primarios pueden anidar en un sector de la afición, pero deprime comprobar con qué simpleza son igualmente exhibidos por los rectores del club, presuntamente ajenos a esta bullanga periférica y mortificante. 'A cualquier equipo, menos al Madrid', exclaman con la euforia de El Palleter, creyendo que han ganado una batalla, cuando lo que aflora es el síndrome de dependencia que jamás se han sacudido.

Una lástima, en fin, que el presidente de la Generalitat no haya podido retener al reservado y espléndido futbolista, no obstante el intenso comadreo que ha compartido estos días con los dirigentes del Valencia CF que han hecho senda en el Palau, al decir de los vigías apostados en la calle de Caballeros. Ni imaginar puedo el ditirambo en que se hubiese convertido el discurso que glosamos: la faena cumplida, matrícula cum laude en todas las asignaturas del gobierno y, como guinda, Mendieta en Mestalla. No ha sido así y, en consecuencia, habrá que admitir que nuestro loado progreso material y hasta político arrastra todavía ciertas flaquezas y fisuras cívicas que nos impiden mirar hacia el centro con la fortaleza de quien se siente libre de complejos. Ya sólo faltaría que Jaume Ortí, el mandatario valencianista, no aguante el tipo ante los primeros espadas de la radio deportiva madrileña.

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