A PIE DE OBRA

Guerrilla en Almada

- 1. Más allá de Río Grande. Entre función y función del Grec me he acercado a Portugal para asistir a un certamen insólito: el Festival de Teatro de Almada, al sur de Lisboa, al otro lado del Tajo. Almada es un barrio periférico de Lisboa, pero se diría una república independiente (comunista, por elección) al menos en lo que a teatro se refiere: bate el récord portugués de compañías por metro cuadrado, y muy pronto va a tener uno de los mejores centros del país. Joaquim Benite, su director, me muestra la maqueta del que será nuevo teatro municipal. Le digo que me recuerda al nuevo Lli...

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- 1. Más allá de Río Grande. Entre función y función del Grec me he acercado a Portugal para asistir a un certamen insólito: el Festival de Teatro de Almada, al sur de Lisboa, al otro lado del Tajo. Almada es un barrio periférico de Lisboa, pero se diría una república independiente (comunista, por elección) al menos en lo que a teatro se refiere: bate el récord portugués de compañías por metro cuadrado, y muy pronto va a tener uno de los mejores centros del país. Joaquim Benite, su director, me muestra la maqueta del que será nuevo teatro municipal. Le digo que me recuerda al nuevo Lliure y me dice que es lógico porque los arquitectos del Lliure han colaborado en su diseño. Un teatro que, además, contará con una Escuela Internacional de Formación comandada por Jean-Guy Lecat, el escenógrafo y director técnico de Peter Brook. ¿Todo esto en una ciudad periférica, fronteriza? 'Todo esto', dice Benite, 'gracias al público'. Un público apasionado, entregadísimo, que abarrota, desde hace 18 años, los teatros de Almada. Amor con amor se paga; para que se hagan una idea, este año, el Festival de Almada (4 al 18 de julio) ha presentado 46 espectáculos, entre los que destacan las visitas de Luca Ronconi (I due gemelli veneziani), Edward Fox con los Four quartets de Eliot, El Brujo con Arcipreste, Alla Demidova con un Hamlet adaptado por Pasternak, el Todos indios de Arne Sierens y Alain Platel que se vio en nuestro Nacional... y, atentos, para el próximo año, lo último de Robert Lepage (The far side of the moon) y el Jardín de los cerezos del NT, con Vanessa y Corin Redgrave. (Dos espectáculos que, por cierto, no parecen encontrar acomodo -sala o festival- en nuestra cosmopolita Barcelona).

Fuera de Cataluña se percibe con mucha mayor claridad la baza del Teatre de Guerrilla

Otra de las sorpresas del festival de Almada es la habitual presencia catalana. Convencido de que en Cataluña se hace el mejor teatro de la península, Joaquim Benite invitó hará un par de años el Godot de Pasqual y la compañía del Lliure; éxito apoteósico. El año anterior les visitaron la Espert y Marsillach con Quién teme a Virginia Woolf, el Daalí de Joglars (ovación y vuelta al ruedo. Y noticia, porque el festival quiere coproducir el próximo espectáculo de Boadella), y Mira'm, de Marta Carrasco, que en esta edición ha vuelto, por todo lo alto, para representarla de nuevo (10 minutos de aplausos) y recoger, emocionadísima, el premio de Honor del certamen. Este año, pues, tres espectáculos catalanes han triunfado en Almada: Marta Carrasco; el Veles e vents, de Xarxa Teatre, que se vio en Tàrrega y ha conmemorado el 25º aniversario del Poder Local Democrático en Portugal, y, muy especialmente, los arrolladores Teatre de Guerrilla.

- 2. Guerrilla Vincitor. He ido a Almada para ver al Teatre de Guerrilla. Soy un fan, un fan absoluto de los guerrilleros de Sant Feliu de Buxalleu, el trío cómico más importante aparecido en Cataluña en muchos, muchos años. He ido a Almada movido por una enorme curiosidad: ver cómo funcionaba ante el público portugués Teatre total, una comedia catalana, en catalán profundo, con personajes catalanísimos, casi iba a decir que intransferibles. Había visto Teatre total en el Festival de Sitges, el año pasado. De Sitges, los guerrilleros -Premio Revelación de la Crítica- pasaron al Capitol de Barcelona con Som i serem, su primer espectáculo; actuaron varios meses a teatro lleno. Benite también vio Teatre total en Sitges, y se entusiasmó. Joan Ollé rebajó con un poco de agua lógica el vino (burbujeante) de su entusiasmo: '¿Pero tú crees que puede funcionar ante un público portugués?'. Benite dijo: 'Son los payasos más locos que he visto nunca. No pueden fallar'. Y no fallaron. La obra se presentó el pasado viernes en el Palco Grande de Almada, un espacio al aire libre, lleno a rebosar. Sobre sus cabezas había un subtitulado electrónico, con una traducción competente, pero que enmudecía, desbordada, cuando Carles Xuriguera y Rafel Faixedas se lanzaban a improvisar. Bastó que aparecieran en escena, vestidos de comparseros con su inenarrable vestuario (camiseta Imperio, calçoines a rayas, falda negra, zapatillas Victoria), y trenzaran su delirante ball cordat para que al público de Almada se le pusiera cara de Expediente X y para que los guerrilleros los abdujeran en un pispás. Reconocieron en el acto su marcianidad: a la salida, un crítico francés los comparaba, justamente, con Les Deschiens, las criaturas lunáticas de Jérôme Deschamps. Faixedas y Xuriguera se metieron a los portugueses en el bolsillo a base de energía y entrega, con una gestualidad que llegaba donde no llegaba la palabra, y aprovechando hasta el menor detalle de su entorno, dialogando con el subtitulado mudo o incorporando en el espectáculo el descenso de un avión que cruzó sobre el Palco Grande.

Fuera de Cataluña se percibe con mucha mayor claridad la baza del Teatre de Guerrilla: te ríes a muerte con las locuras de los dos comparseros empeñados en difundir sus danzas con la furia angélica de dos predicadores en misión divina, pero Teatre total funciona por su radical poder de convicción. En ningún momento los actores caricaturizan o ridiculizan a sus personajes; no son, ni mucho menos, una simple parodia andante (o danzante) de las esencias de la Cataluña profunda, como parece a primera vista, sino que, muy inteligentemente, los muestran como a dos iluminados comunicando una verdad secreta, como dos Blues Brothers del apostolado folclórico que parecen escapados de una novela de Pynchon. Esa absoluta falta de banalidad, ese jugar en serio, que les lleva a increpar violentamente al público por no conocer las imposibles reglas del ball cordat o las estrofas del Himne de la Marallenga, hace que su mensaje vuele por encima de las palabras: es una actitud, feroz y obsesiva, la que hace que el público entre en el espectáculo y se contagie de su locura.

P. D. Me escribe Joana Raja, de Filmoteca, para dar(nos) una buena noticia: han conseguido una copia subtitulada de Topsy Turvy, la película de Mike Leigh sobre el mundo de Gilbert & Sullivan, y, dado que sigue sin distribución española, la programarán en la filmo del 1 al 3 de octubre. No se la pierdan, ni se pierdan Teatre total cuando aterrice en el Capitol, también a principios de otoño.

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