VISTO / OÍDO

El loco

Dos jueces apartan para siempre la pesadilla de Pinochet: su declaración de que sufre demencia senil hará imposible que se le juzgue. Estos dos jueces son lo alto de una pirámide de millones de personas: el ápice, el presidente chileno, Lagos, que acata lo dispuesto por la justicia. Qué remedio. Debajo de los dos jueces está todo el Ejército de Chile y un cuarto de la población. Más allá, la justicia y la mitad del pueblo de Gran Bretaña, la mitad conservadora que vio cómo Thatcher iba a tomar el té con el ilustre preso. Loco, pues, le vieron hace tres años y le devolvieron a Chile, sin atende...

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Dos jueces apartan para siempre la pesadilla de Pinochet: su declaración de que sufre demencia senil hará imposible que se le juzgue. Estos dos jueces son lo alto de una pirámide de millones de personas: el ápice, el presidente chileno, Lagos, que acata lo dispuesto por la justicia. Qué remedio. Debajo de los dos jueces está todo el Ejército de Chile y un cuarto de la población. Más allá, la justicia y la mitad del pueblo de Gran Bretaña, la mitad conservadora que vio cómo Thatcher iba a tomar el té con el ilustre preso. Loco, pues, le vieron hace tres años y le devolvieron a Chile, sin atender la petición del juez español Garzón, sobre el que se desparramaban aquí acusaciones de vanidad por las mismas personas que pedían el indulto del juez Liaño, que quería ver cerrado Canal +, la SER y este periódico. Todo coincide. La silueta del loco Pinochet en el entierro del compadre Franco, con su capa de Drácula militar hasta los pies, le atrajo muchas simpatías. Todas se concentran.

Una de las figuras que más contribuyeron a que no se juzgara aquí a Pinochet fue el fiscal general del Estado, nombrado por Aznar: el mismo Cardenal que ha preparado el indulto de Liaño, el que luchó contra el divorcio, y el aborto, y los anticonceptivos: el defensor de Piqué. Tampoco le interesaba al Gobierno que en un juicio real y libre, como se supone que son, saliera EE UU, y su Consejo Nacional de Seguridad y su presidente Kissinger, que, con el capitalismo con bienes en Chile, pagaron el asalto de Pinochet a la democracia para defender la democracia. Porque el fondo del argumento es éste: Chile estaba amenazado por el comunismo internacional, que profesaba el mismo Allende -ellos no creyeron nunca que fuera socialista-, y Pinochet limpió la nación. Como Franco limpió España. Los socialistas de aquí estaban acusados de comunistas, había pocos comunistas verdaderos -un par de diputados-; después de la caída de Allende, ningún partido socialista volvió a ser el mismo. Ni en Portugal ni en España, ni allende los Pirineos. Todo está atado y bien atado. Y todo concuerda: divorcio y ejecuciones y jóvenes arrojados desde aviones, anticonceptivos y comunistas del Sur, Allende y Garzón. Una unidad de propósitos de quienes aman la libertad, pero no, eso nunca, el libertinaje.

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