Crítica:CRÍTICAS

Ellos y ellas

Tema estrella de cualquier comedia de enredos, reconvertido en los últimos años en propuestas dirigidas hacia segmentos de edad muy precisos -poco tiene que ver una comedia de adolescentes con una de treintañeros, por poner un ejemplo-, las relaciones entre hombres y mujeres parecen atravesar en nuestro cine por un momento particularmente dulce.

Sería deseable que tal interés estuviera dictado por una necesidad real, la de dar cuenta del desasosiego creciente que envuelve al cambio de roles en nuestra sociedad.

Pero tal vez la cosa sea más simple, y se trate sólo de hacer reír a ...

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Tema estrella de cualquier comedia de enredos, reconvertido en los últimos años en propuestas dirigidas hacia segmentos de edad muy precisos -poco tiene que ver una comedia de adolescentes con una de treintañeros, por poner un ejemplo-, las relaciones entre hombres y mujeres parecen atravesar en nuestro cine por un momento particularmente dulce.

Sería deseable que tal interés estuviera dictado por una necesidad real, la de dar cuenta del desasosiego creciente que envuelve al cambio de roles en nuestra sociedad.

Pero tal vez la cosa sea más simple, y se trate sólo de hacer reír a costa de los chistes y situaciones archiconocidas. En todo caso, Hombres felices, debú en la realización del prometedor director del corto Ruleta, adherido al filón del filme sobre treintañeros, parece proponer un discurso personal sobre tan trilladas cuestiones, y hacerlo además sin tapujos, y desde la primera secuencia, una chocante felación doble que deviene, cigarrillos incluidos, en amena charla de amigos... mientras las meretrices se dedican a lo suyo.

Tras un arranque que mueve a la risa, aunque la deje a ratos congelada en un rictus -es éste uno de los hallazgos de la película: nunca se está del todo cómodo contemplando a unos seres en el borde del patetismo-, Santiago va moviendo a sus personajes por una irregular superficie, la que le proporciona un guión con claroscuros.

Personajes

Película de personajes, lo que más llama la atención en ella es la irregularidad con que diálogos y situaciones están puestos para hacer avanzar la trama.

Porque más allá de someter a unas criaturas carentes de madurez afectiva a un desenmascaramiento sin cuartel, lo que sobresale del filme es una escritura casi de mosaico, en la que el realismo más directo y cruel se da la mano con lo vodevilesco sin solución de continuidad, o en la que alguna buena ocurrencia -la secuencia en que Aitana Sánchez-Gijón sorprende a su marido, Sergi López, con una amante- queda empañada por turbias invenciones de guión, como esa resolución de la trama que tanto afea la sensación final con que el espectador sale del cine.

Son problemas de creador primerizo, que no deben hacer olvidar algunas virtudes de la película: con ellas, al menos, Santiago se ha hecho acreedor a un crédito abierto hasta su próxima realización.

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