Cartas al director

Somos más

Un muerto más. Así de fácil. Y otra vez toda la ceremonia del posasesinato. Como viejos sacristanes, los políticos dicen sus rezos, repiten las mismas palabras de condena, con mayor o con menor ingenio. Pero se dicen las mismas palabras y se guardan los mismos minutos de silencio. Volvemos a representar la misma tragedia, porque nos hemos empeñado en que cada muerto nos sirva para hacer una variación del mismo tema. Y después de las condenas y de los sepelios esperaremos en silencio una semana, dos, a lo sumo tres, y volveremos a empezar la misma ceremonia. Vivimos arrodillados, intentamos cre...

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Un muerto más. Así de fácil. Y otra vez toda la ceremonia del posasesinato. Como viejos sacristanes, los políticos dicen sus rezos, repiten las mismas palabras de condena, con mayor o con menor ingenio. Pero se dicen las mismas palabras y se guardan los mismos minutos de silencio. Volvemos a representar la misma tragedia, porque nos hemos empeñado en que cada muerto nos sirva para hacer una variación del mismo tema. Y después de las condenas y de los sepelios esperaremos en silencio una semana, dos, a lo sumo tres, y volveremos a empezar la misma ceremonia. Vivimos arrodillados, intentamos creer que una manifestación en que nos vemos diluidos en una masa anónima es el gesto de heroicidad que nos redime de tanto miedo, de tanta rabia. Mientras, en las calles del casco viejo de Bilbao o de San Sebastián hay huchas para dar dinero a ETA, pintadas aupándoles, carteles anunciando homenajes a los gudaris. En las callejuelas de Lekeitio, Ondárroa, Mutriku o Ea hay fotos de asesinos colgando de las paredes, entre geranios y hortensias. Y nosotros lo vemos todo y lo permitimos día a día, sin más oposición que una conciencia muda, que espera aliviar la vergüenza de esta cobardía colectiva con una firma de apoyo a ¡Basta Ya!, una conciencia que espera tranquilizarse con subirse al tren de una fugaz manifestación, de esas que duran una hora, donde el grito individual se ahoga en la masa informe. A este país le sobran eslóganes de paz y le faltan los pequeños gestos de heroicidad individual, las pequeñas conquistas del día a día.

Todos, desde nuestra pequeña porción de cobardía, somos cómplices de cada muerte, hemos dejado que nos quiten las calles, hemos dejado que nos intimiden aquellos que son más débiles y más mezquinos, hemos dejado que nos quiten la palabra aquellos que no saben utilizarla. Si seguimos así, reservando nuestro valor para una manifestación en que no somos más que un rebaño balando frases hechas, bonitas, pero ya desgastadas por el uso, nos habrán quitado todo. Nos quitarán nuestros amigos, nuestros trabajos, nuestros bares, nuestras playas, nuestros parques. ¿Y qué haremos? ¿Más minutos de silencio? ¿Más manifestaciones de domingo?

Somos muchos más y somos mucho mejores. Mientras toleremos las miradas de los asesinos desde los carteles de la pared, mientras dejemos que los murales de 'Gora ETA' se queden en las paredes hasta que los borre el tiempo, mientras callemos lo que oímos y olvidemos lo que vemos, este país seguirá siendo de una minoría de tiranos. Hemos de saber que nuestra cobardía es una forma cómoda de complicidad.

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