LE MONDE | REVISTA DE PRENSA

La culpabilidad del Estado

Una acusación. El informe sobre 'la utilización de harinas animales para la ganadería' y la gestión de la crisis de las vacas locas que el Senado ha hecho público el pasado jueves es abrumador para el Estado y los sucesivos Gobiernos que desde 1988 han presidido Balladur, Juppé y Jospin. Francia, que acusaba a Gran Bretaña y a la Comisión Europea de impericia, es ahora denunciada. (...)

El informe echa por tierra los argumentos de los diferentes Gobiernos, que siempre han sido que las medidas necesarias se han tomado a tiempo y que las contaminaciones se han debido a defraudadore...

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Una acusación. El informe sobre 'la utilización de harinas animales para la ganadería' y la gestión de la crisis de las vacas locas que el Senado ha hecho público el pasado jueves es abrumador para el Estado y los sucesivos Gobiernos que desde 1988 han presidido Balladur, Juppé y Jospin. Francia, que acusaba a Gran Bretaña y a la Comisión Europea de impericia, es ahora denunciada. (...)

El informe echa por tierra los argumentos de los diferentes Gobiernos, que siempre han sido que las medidas necesarias se han tomado a tiempo y que las contaminaciones se han debido a defraudadores aislados. El principal responsable es el Estado. (...)El informe muestra (...) que lo que ha llevado al desastre ha sido la colusión constante de los servicios del Ministerio de Agricultura y del conjunto de los intereses agrícolas. Hoy día la opinión pública ha perdido la confianza en los alimentos que se le venden y el propio mundo agrícola se ha hundido en una grave crisis.

La creación de la Agencia Francesa de Seguridad de los Alimentos en 1998 por el Gobierno de Jospin ha sido un primer paso en una dirección que el Estado debería seguir. Se debería revisar el conjunto de los servicios gubernamentales responsables de la alimentación, reservando un lugar preferente a los expertos en sanidad. Asimismo, se deberían reorganizar las estructuras y objetivos del Ministerio de Agricultura con el fin de poner fin a un productivismo cuyos objetivos -autosuficiencia y buenos precios- son en principio loables, pero que se han perdido en el embrollo.

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París, 18 de mayo

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