Elecciones en el País Vasco

Redondo, pobre pero honrado

El hijo de sindicalista 'huye de la brillantez con la violencia con la que otros se colocan bajo los focos'

Por increíble que parezca, Redondo no tropezó una sola vez en las 'prioridades'. Pero así como no sufre de grandes desaciertos verbales, tampoco es fácil que te deslumbre con alguna acrobacia oral o escrita. Se diría que huye de la brillantez con la misma violencia con la que otros se colocan bajo los focos. Tenemos la tentación de atribuir este instinto lucífugo al componente sindical que, vía paterna, corre por sus venas. Ello no quiere decir que no sepa a dónde va cuando abre la boca. Es más, no suele abrirla sino para decir algo. Pero al evitar la utilización de las técnicas comerciales al...

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Por increíble que parezca, Redondo no tropezó una sola vez en las 'prioridades'. Pero así como no sufre de grandes desaciertos verbales, tampoco es fácil que te deslumbre con alguna acrobacia oral o escrita. Se diría que huye de la brillantez con la misma violencia con la que otros se colocan bajo los focos. Tenemos la tentación de atribuir este instinto lucífugo al componente sindical que, vía paterna, corre por sus venas. Ello no quiere decir que no sepa a dónde va cuando abre la boca. Es más, no suele abrirla sino para decir algo. Pero al evitar la utilización de las técnicas comerciales al uso, corre el peligro de colocar al oyente frente a sus insuficiencias perceptivas. El efecto final es que su discurso resulta pobre, pero honrado.

Es pobre en el buen sentido de la palabra, desde luego. Y honrado en la mejor de las acepciones, sin duda. Cuando le preguntaron a Redondo si el Athletic debería aceptar jugadores no vascos, respondió que 'la endogamia es mala para todo'. Una verdad palmaria que sin embargo alguien tenía que decir. No utilizar el término 'endogamia' en el contexto de unas elecciones vascas es como hablar de la diabetes sin mencionar el azúcar. Sus adversarios no lo usaron una sola vez. Redondo lo utilizó dos. Dos a cero, podríamos decir, para hacernos comprender con un tipo de eficacia verbal que quizás él rechazaría.

Vayamos, pues, al grano, que quizá es lo que pierde a este hombre: si Nicolás Redondo fuera electricista, le pediría que me revisara la instalación. Si médico, me pondría a ciegas en sus manos. Si educador, le confiaría a mis hijos. Y hasta le compraría una moto si fuera vendedor. De ser político, pues, en buena lógica, le entregaría mi voto. Pero me pregunto si es un político, lo que también dice mucho a su favor.

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