Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO

Tecnologías nuevas

Estos días se habla mucho de nuevas tecnologías. Están en boca de todos y se valoran muy positivamente en los ambientes más dispares, desde el arte de vanguardia a la banca más tradicional. Toda empresa que se precie debe estar al tanto de este binomio de moda.

El término nos está empezando a resultar machaconamente familiar.

-El futuro pasa por las nuevas....

-¿Generaciones?

-No, hombre, no

-Tecnologías entonces... -¡Claro!

Si preguntamos en la calle por un sinónimo de nuevas tecnologías lo más probable es que la respuesta sea 'Internet', 'telecomunic...

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Estos días se habla mucho de nuevas tecnologías. Están en boca de todos y se valoran muy positivamente en los ambientes más dispares, desde el arte de vanguardia a la banca más tradicional. Toda empresa que se precie debe estar al tanto de este binomio de moda.

El término nos está empezando a resultar machaconamente familiar.

-El futuro pasa por las nuevas....

-¿Generaciones?

-No, hombre, no

-Tecnologías entonces... -¡Claro!

Si preguntamos en la calle por un sinónimo de nuevas tecnologías lo más probable es que la respuesta sea 'Internet', 'telecomunicaciones'. Ésa es la asociación que se nos brinda reiteradamente. A través de Internet, las nuevas tecnologías van a cambiar nuestra forma de vivir. O al menos nuestra forma de comprar. Que Internet está suponiendo una verdadera revolución de la sociedad del primer mundo no lo duda nadie. Que posee un potencial mucho mayor que el que ha desplegado hasta el presente, tampoco. Pero no deja de resultar sintomática la asociación casi biunívoca que hacemos entre Internet y las nuevas tecnologías.

Tecnologías nuevas hay muchas otras. Tan nuevas al menos como Internet. Y tan importantes para el futuro de nuestra sociedad. Pongamos, por ejemplo, la tecnología fotovoltaica, la eólica y otras tecnologías de producción de energías renovables, la tecnología de pilas de combustible, diversas tecnologías de almacenamiento energético, tecnologías avanzadas de producción y reciclado, tecnología medioambiental, tecnología de fusión, tecnología optoelectrónica, tecnología de láseres y holografía, tecnología de materiales avanzados, nanotecnología, biotecnología, tecnologías de desalinización de aguas. Todas ellas son al menos tan nuevas en su origen como Internet, pero, con excepción quizá de la biotecnología, prácticamente ninguna alcanza a colarse en el Olimpo mediático de las nuevas tecnologías. ¿Por qué?

Probablemente podamos encontrar alguna respuesta en los mismos medios que las ensalzan y que nos traen ecos de mercado: nuevas tecnologías, nuevas oportunidades, nuevos negocios. Internet es un medio virgen, terreno por explorar y por explotar, una Red que ha crecido exponencialmente en una nueva dimensión, sin oposición por parte de otras tecnologías ya existentes. Internet no crece a costa de la televisión. Y, en cuanto su afianzamiento fue evidente, se convirtió en un vehículo privilegiado de comunicación, en la nueva herramienta de venta, en un océano de información al que todos podíamos lanzar nuestro mensaje en la botella, se mostró como un nuevo continente con las ciudades y las autopistas por trazar. Y, por tanto, como una enorme oportunidad para aquellos con capacidad de trazarlas. Por eso Internet es las nuevas tecnologías, por eso despertó tantas expectativas en los mercados tecnológicos, que nos invitaban a jugar en la dudosa ruleta del 'todos ganan' antes de que la especulación los hiciera explotar.

A diferencia de Internet, prácticamente todas las tecnologías nuevas mencionadas más arriba crecen en contraposición o en competencia con otras ya existentes, a menudo viejas tecnologías adquiridas y consolidadas a través del azar y la necesidad que caracterizan nuestra evolución cultural y tecnológica. Hábitos tecnológicos que quizá no sean los más saludables para nuestro mundo, pero que son difíciles de desbancar.

La financiación de las tecnologías nuevas no es fácil. Posiblemente, algunas de ellas no puedan resistir los embates del mercado y la desregulación. Y aquí es donde radica el problema. Es tan barato, por ejemplo, quemar nuestro limitado capital de petróleo y esperar que las chimeneas nos libren del humo que se hace difícil apostar por alternativas. Pero tenemos que empezar a poner en el balance de cuentas aspectos como la calidad de vida, los beneficios sociales o los daños al medio ambiente. Y podríamos empezar por planes de ayuda a la implementación de tecnologías benignas, además de financiar las ya rentables como Internet. Quizá así puedan llegar más tecnologías nuevas a la categoría de nuevas tecnologías.

Pedro Gómez-Romero es investigador del Instituto de Ciencias de Materiales, en Barcelona (CSIC).

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