Castresana hace de Etxebarria

Ciclismo concentrado éste de la Vuelta al País Vasco. La carrera sobrevive gracias a explosiones de última hora, espasmos de ciclismo auténtico que ayer enjugaron en apenas cuatro kilómetros muchos kilómetros de monotonía. Al final de una explicación rocambolesca, Euskaltel encontró una recompensa inesperada, contra la naturaleza de un equipo que ayer escogió con acierto ampararse en la ley del mínimo esfuerzo. Logró en apenas diez minutos de pedaleo bien dirigido lo que no había obtenido en horas de figuración inconexa.

De acuerdo a la falta de lógica de una prueba donde todo sucede a ...

Ciclismo concentrado éste de la Vuelta al País Vasco. La carrera sobrevive gracias a explosiones de última hora, espasmos de ciclismo auténtico que ayer enjugaron en apenas cuatro kilómetros muchos kilómetros de monotonía. Al final de una explicación rocambolesca, Euskaltel encontró una recompensa inesperada, contra la naturaleza de un equipo que ayer escogió con acierto ampararse en la ley del mínimo esfuerzo. Logró en apenas diez minutos de pedaleo bien dirigido lo que no había obtenido en horas de figuración inconexa.

De acuerdo a la falta de lógica de una prueba donde todo sucede a deshora y los descensos resultan tan densos como las subidas, Ángel Castresana si impuso allí donde se esperaba que Etxebarria levantara al fin los brazos. Y los levantó, pero para celebrar atónito el triunfo de su compañero de equipo, un ciclista cuyo sacrificio en esta vuelta parece inagotable. La aproximación al alto de Azpiroz -un puerto tieso de apenas tres kilómetros- anunció una pelea que a la postre sufrió varias deserciones. El equipo del líder Boogerd se colocó en cabeza en plan disuasorio, actitud rápidamente contestada por el ONCE, Fassa Bortolo y Liquigas. El juego de las apariencias llegó a colocar a los cuatro equipos en paralelo, en una desenfrenada apuesta por minar la moral y las fuerzas del vecino. Euskaltel, en su primer gesto táctico apreciable, se abstuvo de mediar en un debate de orgullosos. Así, la ascensión al decisivo Azpiroz se afrontó al sprint.

La inercia enseguida resultó insoportable para Garzelli, que reventó a las primeras de cambio, inaugurando una limpia en la general que otros pudieron evitar in extremis. Sólo Boogerd, Etxebarria y Casagrande, entre los que cuentan realmente para la victoria final, salieron indemnes de Azpiroz. Boogerd, porque supo defenderse; los dos restantes porque pudieron turnarse en el reparto de latigazos muy mal encajados por Rebellin, Olano, Astarloa o Alberto Martínez. Sin embargo, la ascensión volvió a colocar a Euskaltel en una encrucijada: Bingen Fernández y Etxeberria crearon una avanzadilla que prescindió tanto de numerosos aspirantes al triunfo final como del suyo propio, el acreditado contrarrelojista Alberto Martínez. Con ellos viajaban en cambio Boogerd y Casagrande, deslastrados de rivales, convencidos de poder disputarse hoy en privado el triunfo final. Euskaltel perdía un triunfo mayor inseguro para optar a un triunfo menor (la etapa) igualmente improbable. En estas condiciones, la aparición fantasmagórica y fulgurante de una decena de ciclistas descolgados en Azpiroz aclaró felizmente el panorama de Euskaltel, que no hubiera soportado más pifias. Martínez conservaba sus opciones de cara a empresas mayores, Etxeberria se confirmaba superado por los acontecimientos y Castresana, el inesperado, sorprendía a todos.

Lekunberri despidió a Rebellin, Garzelli, Astarloa y probablemente a Olano, que cedió 18 segundos. Sin embargo, invitó a Juan Carlos Domínguez, un contrarrelojista que busca una ocasión para recordarse a sí mismo en una cita fiel al tono de la vuelta: 10 kilómetros decidirán una vuelta de mínimos.