El buen uso hace milagros
Somos los menos, pero no pocos, los que aborrecemos la plaga de móviles, undécima tras las famosas diez de Egipto, con alma, vida y corazón. Ver a nuestros congéneres, dondequiera que estemos, colgados día y noche de la telefonía móvil, me parece, si no patético, grotesco desde luego. Pero, con eso y con todo, hete aquí que un día de estos (está de moda) se hunde un edificio en Madrid y sepulta a un fontanero, el cual, cómo no, lleva su móvil. Desde él pide socorro y gracias a él se salva. Razón suficiente, a mi parecer, para bendecir lo que tantos maldecimos.
Éste no es el único invent...
Somos los menos, pero no pocos, los que aborrecemos la plaga de móviles, undécima tras las famosas diez de Egipto, con alma, vida y corazón. Ver a nuestros congéneres, dondequiera que estemos, colgados día y noche de la telefonía móvil, me parece, si no patético, grotesco desde luego. Pero, con eso y con todo, hete aquí que un día de estos (está de moda) se hunde un edificio en Madrid y sepulta a un fontanero, el cual, cómo no, lleva su móvil. Desde él pide socorro y gracias a él se salva. Razón suficiente, a mi parecer, para bendecir lo que tantos maldecimos.
Éste no es el único invento diariamente aborrecible que, en estado de emergencia y a causa de alguna calamidad accidental, se vuelve venturoso. La convivencia humana sería paradisiaca si todos usáramos nuestros móviles cuando, y sólo cuando, nos hallamos sepultados bajo los escombros de un derrumbe, o en ocasión similar. El buen uso hace milagros.-