Tribuna:SEGURIDAD CIUDADANA

Policías televisivos: entre la ficción y la realidad

Quizás por tratarse de una profesión que a diario lidia con los derechos y libertades ajenas, y quizás también por el misterio que sugieren los usos de esta profesión, el hecho es que la institución policial se ha convertido en la nueva moda televisiva.

La época televisiva del reality show, basado en el morbo que producía al televidente ser testigo directo de las desgracias y periplos ajenos, se ha perfeccionado mediante la técnica de tirotearlo con una sarta de tristes testimonios sobre sus interioridades. Estamos, sí señor, ante el espectáculo de la intimidad ajena. En previsió...

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Quizás por tratarse de una profesión que a diario lidia con los derechos y libertades ajenas, y quizás también por el misterio que sugieren los usos de esta profesión, el hecho es que la institución policial se ha convertido en la nueva moda televisiva.

La época televisiva del reality show, basado en el morbo que producía al televidente ser testigo directo de las desgracias y periplos ajenos, se ha perfeccionado mediante la técnica de tirotearlo con una sarta de tristes testimonios sobre sus interioridades. Estamos, sí señor, ante el espectáculo de la intimidad ajena. En previsión de su declive, comienzan a probarse otras fórmulas, y qué mejor que ahondar en profesiones -como la policial- con reconocido gancho, a pesar de que haya que manipularlas para hacerlas rentables. Desde las filas policiales creíamos estar a salvo de la voracidad de los medios, creyendo que bastaban los modelos importados del extranjero. Nos equivocábamos.

Hagamos memoria. Ante los espectadores, la primera aproximación a la policía la abordó el cine, que desde su época muda ya gustaba de utilizar al clásico bobby (policía inglés) el cual era normalmente ridiculizado. Más tarde, los filmes del Oeste americano nos acercaron al ideal de la ley y el orden mediante la ya inmortalizada figura del sheriff, todo un ejemplo de honradez y valentía. Modernizado el celuloide, éste se reorientó hacia las películas del llamado género policíaco. Y aquí hay de todo: desde superpolicías superhéroes, hasta el manido ejemplo del policía corrupto (este tiene muchos adeptos), pasando por la archiconocida pareja de poli bueno-poli malo.

En España, a comienzos de los setenta la televisión comenzó a rentabilizar el género policiaco importado. Algunas series extranjeras tuvieron gran eco y fama, como los míticos Hombres de Harrelson y sus herederos, los policías de Canción Triste de Hill Street. Esta serie, con su antigüedad, es quizá una de los mejores y más acertadas ficciones sobre esta profesión. Pero durante estos años ninguna inversora española se ha atrevido con rodajes propios.

Ahora aterrizan en nuestras pantallas nuevas series policíacas de producción española centradas en la labor policial. Un pánico automático apareció en mi, como en muchos policías, al recordar el ridículo papel que una famosa serie española encomendaba a un Policía Local cuyo personaje, Romerales, era continuamente amonestado por su eterna compañera, María de la Encarnación, para recordarle en tono de chanza en qué sentido se debía abrir una puerta.

Bromas y humor aparte, dicha serie es pecata minuta a la vista del panorama actual. Contemplar un par de episodios de la oferta policíaca actual me ha bastado y me ha colmado. Ese almibarado escaparate de la función policial es un guiñol, una farsa, y una mentira. Ni personajes, ni escenas, ni medios materiales, ni nada, se asemejan al vivir cotidiano de nuestros policías.

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Actualmente, la realidad española está muy lejos de los estereotipos policiales llegados de la iuesei. Los inversores de cine y televisión de por estas tierras piensan (con razón) que no habrá éxito comercial allí donde no ocurran varias escenas altamente agresivas o desagradables, allí donde no haya explosiones con destrucciones masivas, lo que incluye innumerables ráfagas de tiroteos y muchos efectos especiales. Y por miedo, en lugar de innovar, se dedican a imitar. No nos engañemos: ni los Cuerpos policiales de este país disponen de los medios y procedimientos extranjeros, ni nuestro modelo policial responde a los mismos esquemas. Con tristeza puedo decir que conozco a quien se jacta de conocer el funcionamiento del FBI, los Rangers de Texas y los policías de Condados estadounidenses con más detalle que a las policías de su propio país. ¡Dónde hemos llegado!

Por lo demás, todos los esfuerzos se han decantado claramente por el tipo de policía a la que se tiene necesidad de patrocinar. No cabe duda de que toda la carne ha sido puesta en el asador. ¿Cómo no existe ni un papel -aún circunstancial- para los otros policías que trabajan en España por la seguridad?, ¿por qué no se roza ni siquiera la idea de la coordinación policial entre Cuerpos, esa palabra que a todos se les cae de la boca siempre al pensar en clave policial? A base de imitar patrones ajenos, se ha fomentado en la opinión pública una idea equivocada de esta difícil profesión. Hasta ahora, la ciudadanía tenía una difusa idea de la Policía, pero ahora, la tienen definitivamente equivocada.

Más valdría que se empleara el capital invertido en brindarles a estos compañeros de profesión más y mejores medios para su trabajo, y esos denodados esfuerzos en sentar a los representantes políticos en sus Cámaras para cambiar de una vez por todas una Ley policial obsoleta y partidista, que pide a gritos un cambio desde hace muchos años. Esta sencilla pero franca reflexión llega hasta el entendimiento del pobre Romerales.

Carmen María Martínez Morales es subinspectora jefe del Cuerpo de la Policía Local de Almería.

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