Editorial:

Mujer discriminada

En octubre próximo se cumplirán setenta años del reconocimiento pleno del sufragio femenino en España por las primeras Cortes de la República, en las que sólo había tres diputadas. Hoy, el sufragio universal constituye el fundamento de la democracia española y un centenar de mujeres se sientan en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. Es sólo una muestra, referida en este caso a la vida política, del enorme recorrido hecho en el camino hacia la igualdad de derechos. Pero también de sus límites: ese centenar de diputadas apenas suponen el 28% de los representantes del pueblo, lo que legiti...

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En octubre próximo se cumplirán setenta años del reconocimiento pleno del sufragio femenino en España por las primeras Cortes de la República, en las que sólo había tres diputadas. Hoy, el sufragio universal constituye el fundamento de la democracia española y un centenar de mujeres se sientan en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. Es sólo una muestra, referida en este caso a la vida política, del enorme recorrido hecho en el camino hacia la igualdad de derechos. Pero también de sus límites: ese centenar de diputadas apenas suponen el 28% de los representantes del pueblo, lo que legitima que algunos partidos políticos fuercen la presencia femenina en las listas de candidatos mediante discriminación positiva.

Este carácter ambivalente de la situación de la mujer -avances incontrastables junto a injusticias intolerables- aparece en todos los balances e informes, sectoriales o globales, que suelen publicarse con motivo de la celebración del Día de la Mujer Trabajadora. Así, el comité español de la Unicef ha denunciado una vez más la lacra de los matrimonios precoces de niñas entre 15 y 19 años, obligadas por sus padres, que todavía persiste en algunos países. Y el Consejo de la Juventud de España ha vuelto a señalar la doble discriminación que sufre la joven trabajadora en el ámbito laboral: en el acceso al puesto de trabajo y en el salario.

El reloj de la igualdad de derechos para la mujer, aunque lento, avanza en el mundo, pese a que en lugares como Afganistán retroceda por la locura de unos dirigentes fanatizados; escandaliza a este respecto que la comunidad internacional parezca sentir más turbación por el exterminio del legado cultural de ese país que por el régimen infame a que están sometidas sus mujeres.

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Pero no sólo en países pobres o de regímenes fundamentalistas existen leyes y costumbres que vejan a las mujeres. España no logra librarse de lacras como su discriminación laboral o el maltrato, a pesar de los planes elaborados contra la violencia doméstica. En todos los países queda espacio, en mayor o menor grado, para promover políticas y reformas legislativas directamente encaminadas a acabar con la discriminación femenina, cuestión a la que instituciones y gobiernos siguen dedicando mucho menos dinero que el prometido.

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