Reportaje:

Dos horas con el corazón parado

Los médicos devuelven la vida a un bebé canadiense que, en pañales, se perdió en la nieve a 25 grados bajo cero

El viernes por la noche el corazón de Erika había dejado de latir. Con sólo 13 meses, había saltado de la cuna con ánimo aventurero; encontró una puerta mal cerrada y se lanzó a la nieve del jardín vestida sólo con un pañal. Sus padres dormían. Cuando la encontraron, su cuerpo estaba rígido y su temperatura corporal no llegaba a los 15º. No respiraba. Su corazón llevaba dos horas sin latir. Ayer, Erika sonreía en la cama del hospital y miraba con ojos enormes a los médicos, casi con la misma mirada de asombro con la que los médicos contemplan a la niña. Y a su historia.

Erika y su famil...

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El viernes por la noche el corazón de Erika había dejado de latir. Con sólo 13 meses, había saltado de la cuna con ánimo aventurero; encontró una puerta mal cerrada y se lanzó a la nieve del jardín vestida sólo con un pañal. Sus padres dormían. Cuando la encontraron, su cuerpo estaba rígido y su temperatura corporal no llegaba a los 15º. No respiraba. Su corazón llevaba dos horas sin latir. Ayer, Erika sonreía en la cama del hospital y miraba con ojos enormes a los médicos, casi con la misma mirada de asombro con la que los médicos contemplan a la niña. Y a su historia.

Erika y su familia viven en una casa de Edmonton, en el centro de Canadá. La temperatura en la calle durante la noche del sábado rondaba los 25º bajo cero. La niña dormía en una cuna en su habitación, al lado del cuarto de sus padres. Poco antes de medianoche, saltó de la cuna y merodeó por la casa hasta encontrar una puerta mal cerrada que conducía al jardín de atrás. Armada sólo con su pañal, Erika se lanzó a jugar con la nieve.

A las tres de la madrugada, la madre de Erika se levantó de la cama y comprobó con pavor que la cuna estaba vacía. La mujer se quedó sin aliento cuando vio una puerta entreabierta que daba a la calle. Corrió despavorida por la nieve hasta que vio un montículo que sobresalía ligeramente en una superficie tan lisa como blanca. Allí estaba Erika, boca abajo, con los brazos apretados contra el pecho en un gesto instintivo pero inútil con el que había intentado darse un poco de calor antes de dejarse llevar por el frío. 'La cogí de la nieve. Fue la peor sensación de mi vida, la niña estaba rígida', recuerda la madre. El corazón de Erika -dicen ahora los médicos- llevaba al menos dos horas parado.

La madre entró corriendo en casa y envolvió a Erika en una manta antes de llamar a una ambulancia. Cuando llegaron los enfermeros, la madre mecía en su regazo el cuerpo congelado de Erika. El equipo médico trató de subir la temperatura corporal de la niña antes de intentar devolver un ritmo a su corazón, pero no lograban introducir un tubo para ayudarla a respirar: los labios estaban endurecidos y pegados. 'De repente, gritaron: '¡Tiene pulso otra vez! ¡Nos la llevamos!', cuenta la madre.

La niña ni siquiera está ya en la unidad de vigilancia intensiva. Aún tiene manos y pies vendados por la congelación, pero los médicos esperan que se recupere sin tener que amputar los dedos. Las pruebas también descartan que las dos horas en las que el tiempo se paró hayan dejado a Erika secuelas neurológicas.

Erika, en los brazos de su madre, en el hospital de Alberta, el martes.AP

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