Reportaje:HOZ DE SOLÁN DE CABRAS | EXCURSIONES

Aguas para dar y tomar

Un manantial, un balneario de reyes y el salvaje río Cuervo se juntan en este cañón de la serranía conquense

A Solán de Cabras le puso el nombre, según la conseja, un pastor que observó repetidamente cómo sus cornudas, cuando enfermaban, corrían a zambullirse en este manantial y sanaban de todos sus males, que debían de ser terribles, porque una cabra que se baña motu proprio tiene que estar oyendo ya las esquilas del más allá.

Leyendas aparte, es fama que Julio Graco se libró aquí de su artritis en el año 182 antes de Cristo. Pero no fue hasta 1775, tras otra célebre curación, la de don Pedro López de Lerena, ministro de la Real Hacienda, cuando Carlos III ordenó construir los primeros...

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A Solán de Cabras le puso el nombre, según la conseja, un pastor que observó repetidamente cómo sus cornudas, cuando enfermaban, corrían a zambullirse en este manantial y sanaban de todos sus males, que debían de ser terribles, porque una cabra que se baña motu proprio tiene que estar oyendo ya las esquilas del más allá.

Leyendas aparte, es fama que Julio Graco se libró aquí de su artritis en el año 182 antes de Cristo. Pero no fue hasta 1775, tras otra célebre curación, la de don Pedro López de Lerena, ministro de la Real Hacienda, cuando Carlos III ordenó construir los primeros baños y la hospedería. En 1790, Carlos IV declaró las aguas de utilidad pública, y el balneario, real sitio. Y en 1826, Fernando VII vino a pasar dos semanas en Solán con su tercera esposa, María Josefa Amalia de Sajonia, para ver si empreñaba. Pero no hubo manera.

Además de para la esterilidad, esta agua bicarbonatada cálcico magnésica, de mineralización débil y oligometálica, que surge con una temperatura constante de 21º y a razón de 5.410 litros por minuto en el fondo de una arqueta dieciochesca de sillería, está indicada para combatir el reumatismo, las alteraciones del aparato digestivo y, muy señaladamente, los cálculos renales, que ya el doctor Forner, en 1787, vio a un paciente 'acometido de crueles dolores en los riñones y detención de orina, arrojar, bebiendo el agua, una piedra del tamaño y figura de una almendra'. ¡Clonc!

Curiosamente, estas aguas salutíferas nada tienen que ver con las del Cuervo, que es el río que parte en dos mitades la finca del balneario y llena de música y verdura el lugar. Aquéllas proceden de un acuífero en el que -según revelan las pruebas realizadas con carbono 14- llevan depositadas hasta 500 años, y ni siquiera el tritio esparcido por todo el planeta tras la explosión de la primera bomba de hidrógeno en 1952 ha llegado hasta ellas. Las del Cuervo, en cambio, corren en pocas horas desde su nacimiento en el cerro San Felipe, donde se despeñan en unas visitadísimas cascadas, hasta desembocar en el Guadiela poco más abajo de Solán de Cabras, y lo hacen a través de una preciosa hoz o cañón de paredes de casi 300 metros de altura, que no recorre nadie por la sencilla razón de que no aparece en las guías para turistas. Allá que vamos.

Desde el aparcamiento para visitantes que hay a las afueras de la planta embotelladora de Solán de Cabras, echamos a andar entre montones de palés y garrafas para llegar enseguida a la portilla metálica que da paso al balneario y, una vez dentro, cruzar el Cuervo por el puente que se presenta frente a unos apartamentos con larga fachada ocre. Ya en la otra orilla, pasamos junto a una fuente que ofrece gratis estas famosas aguas minerales y, más a la izquierda, por delante de un coqueto hostal amarillo con piscina y romántico jardín.

Rebasados los últimos edificios de esta parte, cogemos un camino ancho, cerrado al tráfico con una cadena, que se adentra en la hoz aguas arriba, dando vistas por entre la fronda pinariega al mirador del Rey, cuya blanca cruz descuella en la margen contraria. En pocos minutos, sin embargo, el buen camino se reduce a un sinuoso senderillo angustiado por el boj. Menos mal que, de trecho en trecho, la selva se abre para mostrarnos un río salvaje, que ora se apacigua en remansos de color esmeralda, ora se encabrita culebreando bajo los oscuros acantilados del puntal del Soto Negro. A unas dos horas del inicio, y ya un poco hartos de abrirnos paso por el bojedal, llegamos a un ensanchamiento del cañón donde afluye al Cuervo un pequeño arroyo. Aquí se nos ofrecen dos opciones: seguir otra hora por trocha aún más tortuosa hasta el muro del embalse de la Tosca, que retiene parte del caudal del río tras los vertiginosos escarpes calizos del estrecho de la Herrería; o almorzar gozando de la soledad sonora del Cuervo y regresar sin buscarnos más complicaciones al balneario, que, sin duda, es lo más saludable.

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Ropa impermeable y de repuesto

- Dónde. Solán de Cabras (Cuenca) dista 185 kilómetros de Madrid. Se va por la carretera de Barcelona (N-II) hasta Guadalajara y por la N-320 -dirección Sacedón y Cuenca- hasta Cañaveras, para luego seguir las indicaciones viales hacia Villaconejos de Trabaque, Priego, Cañamares, Cañizares y Puente Vadillos, donde nace la carreterilla que lleva en 3,8 kilómetros a Solán de Cabras. - Cuándo. Marcha de cuatro horas -10 kilómetros, ida y vuelta por el mismo cami-no- con un desnivel cercano a los 200 metros y una dificultad media, que puede hacerse muy alta si decidimos llegar hasta la presa de la Tosca -seis kilómetros más, ida y vuelta, y otras tres horas-. Es recomendable para cualquier día del año que no sea de lluvia, pues el roce con el boj nos empaparía. En todo caso, conviene llevar ropa impermeable y prendas de repuesto. - Quién. Arawak Viajes (Peñuelas, 12; teléfono 914 742 524) organiza excursiones guiadas a pie por la hoz de Solán de Cabras. El precio, 3.000 pesetas por persona, incluye viaje de ida y vuelta en autobús (salida de Atocha), guías acompañantes y seguro de accidentes. - Y qué más. Cartografía: hoja 539-III del Instituto Geográfico Nacional. Para más información, consultar la página web www.solandecabras.es.

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