Reportaje:POZO DE CUELGAMUROS | EXCURSIONES

El frigorífico de San Lorenzo

Una sencilla caminata por los montes escurialenses permite acercarse a este depósito de nieve de 1609

Hasta 1927, en que llegaron a los hogares los primeros frigoríficos General Electric, el hielo se obtenía casi exclusivamente apisonando nieve en el monte, donde se preservaba dentro de profundos pozos de piedra hasta el verano. Sólo el monasterio de San Lorenzo de El Escorial llegó a tener ocho depósitos. No es probable que tanto hielo -más de 500 toneladas al año- se lo gastaran los reyes en sorbetes o los jerónimos en mantener santos incorruptos, sino que debía de constituir una buena fuente de ingresos para la corona, la cual arrendaría a particulares la explotación de los pozos. Dos de el...

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Hasta 1927, en que llegaron a los hogares los primeros frigoríficos General Electric, el hielo se obtenía casi exclusivamente apisonando nieve en el monte, donde se preservaba dentro de profundos pozos de piedra hasta el verano. Sólo el monasterio de San Lorenzo de El Escorial llegó a tener ocho depósitos. No es probable que tanto hielo -más de 500 toneladas al año- se lo gastaran los reyes en sorbetes o los jerónimos en mantener santos incorruptos, sino que debía de constituir una buena fuente de ingresos para la corona, la cual arrendaría a particulares la explotación de los pozos. Dos de ellos se conservan en perfecto estado. Como mamuts en hielo.

Uno está en la huerta del propio monasterio y puede verse desde el vecino jardín de los Frailes: es aquella chata torre cuadrada de sillería de granito, con puertas abiertas al norte y al sur, y coronada por un chapitel de pizarra -similar al de la Cachicanía- cuya picuda silueta compite con la del cerro San Benito. Dentro hay un pozo de sólo dos metros de profundidad, lo que hace suponer que era un mero depósito secundario para almacenar los envíos procedentes del pozo alto de Cuelgamuros, mucho mayor que aquél.

Según las crónicas, el pozo de Cuelgamuros fue construido en 1609 para sustituir a otros dos que había en la zona desde tiempos de Felipe II. Hacerlo costó 12.000 reales; llenarlo, 1.500; y la primera nieve que se vendió dejó 11.000, con lo que casi se amortizó la obra. Tiene 51 pies de profundidad (14,21 metros) y 30 de diámetro (8,35), y cabían en él 20.000 arrobas (230 toneladas) de nieve bien apisonada. El pozo propiamente dicho se encuentra en el interior de una nave de mampostería tosca de gneis, con bóveda de cañón y, para protegerlo más si cabe de la lluvia, con cubierta a dos aguas de teja árabe, y está situado en un paraje de églola, a 1.650 metros de altura, muy cerca de la cima del Abantos, rodeado de pinares y lontananzas nevadas que hacen feliz al espectador.

Para visitarlo, partimos del puerto de Malagón, por donde pasa la carreterilla que sube directamente de San Lorenzo a Peguerinos. Y lo hacemos caminando por el asfalto, en suave ascenso, para los 500 metros tirar a la derecha por una pista forestal cerrada al tráfico con barrera. A una media hora del inicio, rebasamos el mirador de Rubens, con blanca cruz de hierro y vistas como de águila sobre la monumental parrilla del monasterio, las jugosas fresnadas y el espejeante embalse de Valmayor. Y en otra media, tras girar casi 180 grados a la izquierda al final de la pista, alcanzamos la más alta cruz del Abantos (1.753 metros), desde donde observamos espeluznados el zarpazo del fuego que arrasó su solana el verano de 1999.

Plácida bajada

A pocos metros a espaldas de la cruz, corre el muro que delimita el Valle de los Caídos; muro que seguimos hacia la izquierda hasta que, en 20 minutos, topamos una portilla roja, pelín descolorida, que da acceso a esta finca del Patrimonio Nacional. Franqueándola, se reconoce fácilmente, a mano derecha, la senda que lleva en 300 o 400 metros de plácida bajada hasta el pozo de Cuelgamuros.

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El pozo, en uso hasta 1934, está ligado a la memoria de muchos gurriatos. Como Alfonso González, a quien, hacia 1920, mientras apisonaba nieve en el fondo, le dio tal hipotermia que estuvo en un tris de morir con la típica sonrisita del congelado, de ahí que 'quedarse con la risa del Tío Alfonsillo' sea aún un modismo habitual entre los chacoteros del pueblo. O como Antonio Cobeñas, que en 1945, cuando las fábricas de hielo estaban paralizadas por la sequía y las restricciones de luz, trabajó todo el invierno amontonando nieve, pero la primavera vino lluviosa y se truncó su sueño de resucitar el pozo. O como el estudioso Adolfo Ruiz Abascal, que convenció a los conservadores de Patrimonio Nacional de la necesidad de restaurar sus ruinas en 1985. Y así es cómo San Lorenzo, después de cuatro siglos, sigue teniendo su parrilla y su nevera.

Tres horas de invierno

- Dónde. El puerto de Malagón dista 57 kilómetros de Madrid por la carretera de A Coruña (A-6) hasta Las Rozas y por la M-505 hasta El Escorial. No obstante, el acceso más rápido es la salida 47 de la A-6, dirección El Escorial. Una vez en San Lorenzo, preguntar por la carretera de la Presa, que sube al embalse del Romeral y sigue hasta el puerto. - Cuándo. Paseo de diez kilómetros -ida y vuelta por el mismo camino- y unas tres horas de duración, con un desnivel acumulado de 350 metros y una dificultad baja. En invierno, rodeado de nieve, el pozo de Cuelgamuros ofrece su cara más bella y primigenia.

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