La 'desclintonización' de la Casa Blan ca

George Bush va a pasar sus primeras semanas en la Casa Blanca desactivando las minas que le ha dejado Bill Clinton. Algunas son obvias, como la aprobación de la incorporación de Estados Unidos al Tribunal Penal Internacional o la conversión en santuario inaccesible a la explotación industrial de un tercio de los bosques del país. El astuto Clinton esperó hasta el último momento para dar luz verde a esas medidas, que sabe polémicas en general y contrarias a la política de Bush en particular.

Bush ha anunciado que intentará anularlas a partir del próximo sábado, el día de su toma de poses...

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George Bush va a pasar sus primeras semanas en la Casa Blanca desactivando las minas que le ha dejado Bill Clinton. Algunas son obvias, como la aprobación de la incorporación de Estados Unidos al Tribunal Penal Internacional o la conversión en santuario inaccesible a la explotación industrial de un tercio de los bosques del país. El astuto Clinton esperó hasta el último momento para dar luz verde a esas medidas, que sabe polémicas en general y contrarias a la política de Bush en particular.

Bush ha anunciado que intentará anularlas a partir del próximo sábado, el día de su toma de posesión. Pero Clinton también le deja regalos envenenados por pasiva. Uno es la creación de un escudo contra misiles; otro, la ejecución de Juan Raúl Garza, la primera prevista a escala federal en cuatro décadas. Clinton, que de continuar en la presidencia no tendría otro remedio que aprobar tanto el escudo como la ejecución, ha optado por lo fácil: lavarse las manos como Poncio Pilatos. Bush será así el que aparecerá como belicista y cruel.

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También está cargada de malas intenciones la reciente declaración de Clinton sobre que un piloto norteamericano derribado en la guerra del Golfo puede estar vivo. El que no tenga ninguna prueba concreta de ello y haya esperado ocho años para hablar del asunto confirma que Clinton sólo pretende demostrar que el primer Bush y el general Colin Powell cerraron mal aquel conflicto y, de paso, dejarle una nueva tarea espinosa al segundo Bush. Rompiendo una regla de cortesía en las transiciones presidenciales, Clinton también puso la pasada semana en cuestión la legitimidad de su sucesor, al recordar que perdió en voto popular frente a Al Gore y sugerir que sólo ganó en el Colegio Electoral porque 'se interrumpió el recuento en Florida'.

A las malas relaciones entre republicanos y demócratas se añade en esta transición presidencial una evidente inquina entre los Clinton y los Bush. El hasta ahora gobernador de Tejas repite estos días que de todas las herencias del político de Arkansas la más inquietante es el debilitamiento de la salud de la economía norteamericana. Ese comentario indigna a Clinton, porque pone en cuestión el más indiscutible activo de su legado. Clinton replica que la economía estadounidense va bien, aunque haya cogido un ligero resfriado de desaceleración, y que lo peligroso para su salud es el programa de recorte de impuestos que predica su sucesor.

La crispación de este relevo en la Casa Blanca no tiene precedentes recientes. Afortunadamente para el prestigio de la institución sólo quedan cinco días.

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