Reportaje:

El hombre que sabe que puede mandar

El único edil andalucista de Granada es consciente de que en sus manos están las llaves de la gobernabilidad

Ha sido practicante; alcalde de su pueblo, Alquife; delegado de la Junta de Andalucía y es concejal de la 'hectárea' de Cultura, Turismo y Deportes del Ayuntamiento de Granada, como una vez la definió Pedro Pacheco. Jesús Valenzuela, que convirtió su lema Por Granada en un soniquite parecido al Programa, programa, programa, de Julio Anguita, en sus intervenciones públicas, es también la llave de la gobernabilidad en Granada. Y lo sabe. Y no duda en gritar a los cuatro vientos que lo sabe. Y que gobernará quien el quiera que gobierne.

Como también sabe que fue él quien devo...

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Ha sido practicante; alcalde de su pueblo, Alquife; delegado de la Junta de Andalucía y es concejal de la 'hectárea' de Cultura, Turismo y Deportes del Ayuntamiento de Granada, como una vez la definió Pedro Pacheco. Jesús Valenzuela, que convirtió su lema Por Granada en un soniquite parecido al Programa, programa, programa, de Julio Anguita, en sus intervenciones públicas, es también la llave de la gobernabilidad en Granada. Y lo sabe. Y no duda en gritar a los cuatro vientos que lo sabe. Y que gobernará quien el quiera que gobierne.

Como también sabe que fue él quien devolvió al Partido Andalucista -con cuyos dirigentes locales anda a la greña- a la corporación granadina después de 20 años de travesía del desierto. Esos 20 años sin representación fueron el castigo que los votantes granadinos impusieron al partido que, pudiendo gobernar, negoció para no perder la alcaldía de Sevilla a cambio de la de Granada en 1979. Curiosamente, al obtener un acta de concejal, se encontró en la tesitura de elegir quién debía ser el futuro alcalde de la ciudad, si el socialista José Moratalla, o el popular Gabriel Díaz Berbel, alguien cuyas 'salidas' impetuosas habían dado la vuelta por todo el país. Valenzuela optó por ser progresista.

Pero, al igual que sucede en su propio partido, en donde se cruzan dos tendencias opuestas, Valenzuela es indefinido. De talante progresista, pero costumbres conservadoras, quiso en un tiempo hacer representaciones teatrales en la Alhambra en plan Tabernas City. Quiso convertir el Palacio de Deportes en un circuito de boxeo. O borrar de un plumazo el Festival Internacional de Tango. Lanzó un órdago de ruptura de pacto porque no se ponía en marcha el bono turístico. Cuando se hizo, fracasó estrepitosamente. Todo eso, más que rechazo, despertó cierta sorna entre los granadinos. Un viaje a las Olimpiadas de Sydney para defender la candidatura de Granada a los Juegos de Invierno del año 2010 ya sonó a mofa.

Hombre afable, de buen talante, Valenzuela tiene en contra la imagen -más exigencia de su partido que de él mismo- de que quiere acaparar demasiado, de que tres áreas son muchas para un solo concejal, y además, áreas que en una ciudad como Granada son una pera en dulce.

Entre la ironía de las columnas periodísticas, el acoso del PP por la devolución de las alcaldías que en su día el PA otorgó a otros partidos, y la poca gestión en Cultura por el bajo presupuesto de que dispone, Valenzuela comenzó a verse acorralado. El PA lo descalificó por anunciar que compartiría la gestión del auditorio Manuel de Falla con la Junta de Andalucía. Finalmente, desde el propio PSOE, empezó a criticársele y a reclamarse que Cultura tuviera otro responsable. Se desbordó el vaso. Y fue entonces cuando Valenzuela puso la gobernabilidad encima de la mesa: O se le respeta o se lleva el Scatérgoris, como en el anuncio. Y los demás se han echado a temblar: admiten pulpo como animal de compañía.

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