Perseverancia y talento para derribar el gran muro de Brasil

Brasil no había perdido ni un solo partido en las fases finales de tres Mundiales. Su superioridad en el fútbol sala era tan aplastante como la que ejerce, por ejemplo, en el fútbol playa o la que evidencian, por ejemplo, otros países en ciertos deportes: Estados Unidos en baloncesto, China en tenis de mesa o Finlandia en rallies. Pueden perder alguna vez, pero ganan casi todo lo importante.España ya había avisado a los brasileños de que su escalada era imparable. Eliminada en la primera fase del primer Mundial (1989), fue tercera en el segundo (1992) y subcampeona en el tercero (1996) ...

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Brasil no había perdido ni un solo partido en las fases finales de tres Mundiales. Su superioridad en el fútbol sala era tan aplastante como la que ejerce, por ejemplo, en el fútbol playa o la que evidencian, por ejemplo, otros países en ciertos deportes: Estados Unidos en baloncesto, China en tenis de mesa o Finlandia en rallies. Pueden perder alguna vez, pero ganan casi todo lo importante.España ya había avisado a los brasileños de que su escalada era imparable. Eliminada en la primera fase del primer Mundial (1989), fue tercera en el segundo (1992) y subcampeona en el tercero (1996) tras perder precisamente con el equipo suramericano por 6-4 en uno de esos partidos que dejan el sabor amargo de haber rozado la gloria sin alcanzarla

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. En 18 encuentros disputados, Brasil había ganado 11, por tres empates y cuatro triunfos de España. Los dos primeros se produjeron en la prehistoria del proceloso camino del fútbol sala, cuando aún tenía peso una federación internacional, FIFUSA, al margen de la FIFA. Incluso el tercero, un amistoso en 1991, fue el preludio de un largo dominio brasileño. Pero en el torneo FIFA de Singapur, en 1997, España se tomó ya una pequeña revancha al ganar por 4-3 con un gol de oro de Andreu Linares.

Vencer a Brasil sólo es posible con talento y perseverancia. Es un muro demasiado grande. En la final del domingo por la noche, en Guatemala, el nuevo 4-3, con el último gol a falta de nueve segundos, fue fruto de un trabajo milimétrico y también afortunado. No sólo el veterano portero Jesús Clavería, titular por las lesiones de los dos primeros guardametas, hizo un partido extraordinario, completando el espléndido trabajo defensivo que frenó el tremendo ataque de Brasil. Todo el equipo jugó con astucia, sin precipitaciones y con un único error al recibir el tercer gol. Pero de los fallos rivales sacó el petróleo de dos tantos finales con las faltas sin barrera, los llamados dobles penaltis. La máxima rentabilidad de sus capacidades. Inteligencia pura.

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