Tribuna:

Meretrices

Había leído un titular en el periódico que decía "El novio de una meretriz pega un tiro en la cabeza a un hombre en Batán", y me sorprendió que utilizara una palabra, meretriz, tan en desuso. Tanto, que cada vez que la he escrito en este texto mi ordenador la subraya en rojo, como si me hubiera equivocado o me la hubiera inventado. Menos mal que me consta que mi vocabulario en español es mejor que el de Microsoft. Daba, además, la casualidad de que otras noticias en el mismo periódico utilizaban sin embargo la palabra "prostituta", más moderna y, quizá por su actualidad, con una connotación me...

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Había leído un titular en el periódico que decía "El novio de una meretriz pega un tiro en la cabeza a un hombre en Batán", y me sorprendió que utilizara una palabra, meretriz, tan en desuso. Tanto, que cada vez que la he escrito en este texto mi ordenador la subraya en rojo, como si me hubiera equivocado o me la hubiera inventado. Menos mal que me consta que mi vocabulario en español es mejor que el de Microsoft. Daba, además, la casualidad de que otras noticias en el mismo periódico utilizaban sin embargo la palabra "prostituta", más moderna y, quizá por su actualidad, con una connotación menos sospechosa, cuya acepción sugiere una actividad más profesional. Me llamó tanto la atención que a las prostitutas se las denominara meretrices (qué extraño, Microsoft acepta el plural, como si entendiera que una prostituta nunca viene sola) que me fui a los diccionarios.Tengo un ejemplar de la tercera edición del Diccionario manual ilustrado de la lengua española, fechada en enero de 1975 y con revisión y prólogo de don Manuel Gili Gaya. En la primera página está escrito mi nombre y, debajo, 2º BUP. Busco "meretriz" (que vuelve a aparecer subrayada en rojo en mi pantalla): "Ramera", dice. (Microsoft también subraya "ramera" en rojo; y no lo digo más). Busco "ramera": "Pecadora pública profesional", dice. Dice eso. Medio repuesta del susto pecador, y recordando que ayer mismo conocí un bar de la calle de Claudio Coello (una calle muy decente) que se llama Don Perdón, me voy al Diccionario del español actual, dirigido, redactado y documentado por Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos y fechado en diciembre de 1999. Busco "meretriz": "Prostituta", dice. Busco "ramera": "Mujer que por oficio tiene relación sexual con hombres", dice.

Como puede verse, una de las maneras más explícitas y, desde luego, una de las más divertidas, de comprobar cómo ha cambiado un país en veinticinco años es comparando voces iguales en diccionarios diferentes. Entre los dos que yo he consultado media la transición democrática española, y entre las dos entradas comparadas media la distancia que separa el pecado del oficio. Qué gratificantes (¡subrayado en rojo en Microsoft, lo juro!) son los diccionarios.

De un tiempo a esta parte, el ejercicio de la prostitución en Madrid está puesto en tela de juicio. Primero fueron los vecinos y paseantes de la Casa de Campo. En los últimos días, los de la zona de Cuzco. No las quieren cerca, y mucho menos a sus chulos o a los traficantes de drogas que suelen acecharlas, ni quieren que sus hijos se familiaricen con tales modos. Los de Cuzco, incluso, se han organizado contra ellas y hace unos días cortaron la Castellana para protestar por su presencia. Yo los vi en televisión: había muchos señores mayores (parecidos a esos que frecuentan hoteles de lujo acompañados de chicas jóvenes y a aquellos otros que de chavales eran arrastrados por sus mayores a hacerse hombres en compañía de rameras -las pecadoras esas de Gili Gaya-) y también había muchas señoras mayores con abrigos de piel (de esos que se hacen torturando y asesinando animales). Recordé un artículo de Juan José Millás, en el que, refiriéndose a la prostitución en la Casa de Campo, destacaba cómo nos escandaliza que nuestros niños vean mujeres en bragas y sujetador cuando van a pasar la tarde al Parque de Atracciones (a él mismo le resultaba incómodo, y es comprensible) y, sin embargo, no nos escandalice el dramático origen de tan fea desnudez, que suele estar íntimamente relacionada con la pobreza (posiblemente, Gili Gaya la llamaría vicio en un diccionario de sinónimos).

Pero lo más gracioso (por no dramatizar) de todo este asunto de las putas (palabra de uso coloquial que Gili Gaya no recoge, el Seco define como "astuto, taimado o malvado", y Microsoft subraya en rojo) es la situación institucional suscitada. Porque poco puede hacerse, ya que, como señala Álvarez del Manzano, alcalde de esta ciudad (incluidos Cuzco y la Casa de Campo), estas profesionales no pueden ser perseguidas, puesto que no son legales ni son ilegales, sino alegales (subrayado en rojo por Microsoft). Así que, a estas alturas, o cambiamos de sistema operativo y las instituciones se deciden a regular la prostitución o las señoras de los abrigos hechos de animales torturados y asesinados van a tener que seguir viendo mujeres en bragas y sujetador.

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