Una travesía en solitario

El primero de los dos pilares sobre los que se asienta la "vía vasca" promovida por Lluch descansaba en la disposición adicional primera de la Constitución, que dice que "la Constitución ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales" y señala que "la actualización general de dicho régimen foral se llevará a cabo, en su caso, en el marco de la Constitución y de los estatutos de autonomía". El segundo pilar se apoyaba en la disposición adicional primera del Estatuto de Gernika, según la cual "la aceptación del régimen de autonomía que se establece en el presente Estatuto no...

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El primero de los dos pilares sobre los que se asienta la "vía vasca" promovida por Lluch descansaba en la disposición adicional primera de la Constitución, que dice que "la Constitución ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales" y señala que "la actualización general de dicho régimen foral se llevará a cabo, en su caso, en el marco de la Constitución y de los estatutos de autonomía". El segundo pilar se apoyaba en la disposición adicional primera del Estatuto de Gernika, según la cual "la aceptación del régimen de autonomía que se establece en el presente Estatuto no implica renuncia del pueblo vasco a los derechos que como tal le hubieran podido corresponder en virtud de su historia, que podrán ser actualizados de acuerdo con lo que se establezca en el ordenamiento jurídico".

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La posibilidad de construir a partir de estos dos ejes una doctrina jurídica que dé cabida al derecho de autodeterminación es discutida por no pocos constitucionalistas, y de ahí, probablemente, el énfasis que Lluch, Miguel Herrero de Miñón y Jesús Eguiguren han puesto en la necesidad de una interpretación "elástica", inspirada en la tradición pactista en el que se inscriben, por ejemplo, los conciertos económicos del País Vasco. Pese a las coincidencias con los promotores del "socialismo vasquista", entre los que se encuentra el alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, el catedrático de la Universidad de Barcelona había atravesado casi en solitario el intrincado paisaje político vasco.

Lluch comía frecuentemente en el batzoki (sede del PNV) de San Sebastián y esa estampa ilustra quizás el hecho de que sus planteamientos despertaran más adhesiones entre las filas nacionalistas que en las de su partido.

Nada sospechoso de rehuir la colaboración con los nacionalistas, Eguiguren ha modificado radicalmente su actitud respecto al PNV y no cree en la sinceridad de los gestos que este partido prodiga actualmente. "Está cambiando de formas porque nos necesitan para conservar el poder, pero no se han movido un milímetro en su proyecto de llegar a la unidad nacionalista a través de la consecución de nuevos objetivos. Siguen estando dispuestos a convertirnos a los demás en ciudadanos de segunda, y mientras no se autocritiquen y modifiquen su actitud seguiremos sin creernos la teoría de las diferencias entre Ibarretxe y Arzalluz", afirma.

El promotor del socialismo vasquista sigue creyendo en la "vía vasca" para la solución del problema, -"aquí no se puede ensayar ni la vía irlandesa, ni la palestina, ni la de Quebec", dice-, aunque piensa que en el momento presente carece de sentido plantearla: "La situación límite en la que vivimos en Euskadi no permite hacer ejercicios de ingeniería jurídica, aunque estoy seguro de que algún día tendremos que encontrarnos en ese punto, a pesar del PNV, que jamás ha estado interesado en la vía de los derechos históricos".

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