Editorial:

Desbalcanizar

La reunión en la capital de Croacia de los Quince con los dirigentes de las antiguas repúblicas yugoslavas y Albania habría sido impensable hace poco; de hecho, se diseñó en primavera para mostrar a los países de la zona más castigada de Europa el aislamiento de la Serbia de Milosevic y realzar el apoyo de la UE a su integracion en la Europa democrática y rica. La asistencia del nuevo presidente yugoslavo otorga al cónclave de Zagreb un carácter relevante, y permite otear la reconciliación final de un continente escindido hasta hace diez años por el muro de Berlín.Pero el profundo simbo...

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La reunión en la capital de Croacia de los Quince con los dirigentes de las antiguas repúblicas yugoslavas y Albania habría sido impensable hace poco; de hecho, se diseñó en primavera para mostrar a los países de la zona más castigada de Europa el aislamiento de la Serbia de Milosevic y realzar el apoyo de la UE a su integracion en la Europa democrática y rica. La asistencia del nuevo presidente yugoslavo otorga al cónclave de Zagreb un carácter relevante, y permite otear la reconciliación final de un continente escindido hasta hace diez años por el muro de Berlín.Pero el profundo simbolismo de la cumbre euro-balcánica -celebrada en un país donde hasta el año pasado reinaba el déspota Tudjman- no debe ocultar el formidable trabajo pendiente para reintegrar a la democracia y la convivencia a una región donde la violencia se ha cobrado centenares de miles de vidas y expulsado de sus casas a millones de personas. Puntos culminantes de esta tarea son la situación de la fragmentada Bosnia, donde, pese al tiempo transcurrido y el dinero gastado, los radicales etnicistas han vuelto a ganar las elecciones. O Kosovo, cuyo estatuto final se ha congelado en un limbo peligroso y donde la escalada de asesinatos sectarios muestra que si la guerra se ha terminado, el conflicto sigue. Y Montenegro, el socio menor de Serbia, cuyo presidente advirtió ayer a unos incómodos dirigentes europeos de su intención de hacer el año próximo un referéndum sobre la independencia de la minirrepública.

Recordatorios todos ellos de que la zona no sólo necesita, y pronto, un marco político coherente. Si la paz ha de instalarse en los Balcanes, y hacerse realidad la prometida cooperación regional, no será antes de que hayan podido volver los refugiados a sus hogares; o de que se sienten en el banquillo de la justicia internacional los prominentes carniceros todavía protegidos en diferentes lugares de la antigua Yugoslavia.

Por motivos políticos y económicos, nadie más interesado que la UE en apuntalar la situación de su flanco suroriental. Los casi 4.000 millones de dólares de ayuda directa anunciados ayer para los próximos cinco años contribuirán a ello. Pero, como el peregrinaje hacia la UE de estos países balcánicos será muy largo y doloroso, los Quince deben acelerar ya la apertura de sus mercados a los nuevos conversos. Es la manera más práctica de hacerles sentir que comienzan a formar parte de la familia.

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