Reportaje:

El mayor láser del mundo, en apuros

Hace dos años, en una conferencia científica en Madison (Wisconsin, EE UU), un físico llamado E. Michael Campbell presentó un informe triunfalista sobre un proyecto para construir un láser del tamaño de un estadio en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (EE UU). El gran láser, el más potente jamás construido, consiguió el visto bueno del Congreso a pesar de un coste de construcción de 1.200 millones de dólares, más otros 1.000 millones para investigación. La instalación serviría para investigar armas nucleares sin hacer explosiones reales y para explorar una alternativa para generar ener...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Hace dos años, en una conferencia científica en Madison (Wisconsin, EE UU), un físico llamado E. Michael Campbell presentó un informe triunfalista sobre un proyecto para construir un láser del tamaño de un estadio en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (EE UU). El gran láser, el más potente jamás construido, consiguió el visto bueno del Congreso a pesar de un coste de construcción de 1.200 millones de dólares, más otros 1.000 millones para investigación. La instalación serviría para investigar armas nucleares sin hacer explosiones reales y para explorar una alternativa para generar energía por fusión, está en la cuerda floja por graves problemas de organización, de presupuestos e incluso de viabilidad tecnológica.

Más información

Faxes anónimos

Campbell dijo que la clave del éxito del proyecto, denominado Instalación Nacional de Ignición, estaría en su triple interés para la ciencia y la sociedad. Cuando la instalación estuviera terminada en 2004, sus 192 rayos láser independientes podrían converger en una pequeña pastilla de combustible, aplastándola y calentándola hasta que las reacciones de fusión de sus átomos empezaran a generar energía nuclear. Esto permitiría a los fabricantes de bombas estudiar la física de las armas nucleares sin necesidad de hacerlas explotar, garantizando así la fiabilidad del arsenal nuclear del país. También los ingenieros podrían explorar la posibilidad de crear centrales eléctricas basadas en este tipo de fusión láser y ofrecería a los científicos la posibilidad de estudiar la materia en condiciones nunca antes creadas en un laboratorio.Los participantes de la conferencia de Madison escucharon con una mezcla de envidia y admiración. Muchos estaban profundamente desesperanzados por las recientes revelaciones acerca de costes astronómicos y problemas técnicos de otro proyecto titánico de fusión, el ITER (Reactor Experimental Termonuclear Internacional), que atraerían pronto las iras del Congreso y harían que su hacha presupuestaria cayera sobre él. Ahora, tras una serie de complicaciones, el fabuloso láser podría afrontar un destino parecido.

Los acontecimientos posteriores han dañado la credibilidad de Livermore, han hecho descarrilar carreras de científicos y quizá amenazado la capacidad de EE UU para salvaguardar su arsenal nuclear. Incluso ha resultado que Campbell no es el licenciado por Princeton que sus colegas habían supuesto que era.

Más aún, la instalación, si el proyecto sobrevive, costará por lo menos mil millones de dólares más de lo esperado inicialmente. El pasado 7 de septiembre fueron denunciados los responsables del proyecto en el Senado de EE UU.

Ahora, los legisladores deben decidir si desplazar unos 135 millones de dólares en el presupuesto de 2001 para la construcción del gran láser. Es la cantidad solicitada por el Departamento de Energía, que prácticamente triplicaría la petición original de la administración Clinton para el proyecto, pero que lo salvaría por el momento.

Los responsables del laboratorio rechazan todas la acusaciones de haber ocultado intencionadamente algunos problemas técnicos diciendo que sus científicos simplemente infravaloraron la complejidad de la construcción del láser. Pero la caída política del proyecto ha sido vertiginosa.

"Parecía como si tuvieran todas las respuestas y estuvieran avanzando con el proyecto y luego se ha desplomado el techo sobre sus cabezas", dijo Dale Meade, jefe de conceptos avanzados de fusión en el Plasma Physics Laboratory de Princeton y especialista en el tipo de fusión que el ITER podría producir.

Gerald A. Navratil, un experto en física aplicada de la Universidad de Columbia, dijo que, dado que numerosos científicos habían dado el visto bueno al proyecto de láser, sus costes astronómicos y los problemas técnicos planteaban preguntas aún más preocupantes. "Esto hace que te cuestiones la forma en que funciona hoy el sistema", dijo Navratil. "Creo que beneficiaría a la ciencia el que aprendiéramos de esto y nos asegurásemos de que no volverá a pasar".

Un comentario publicado por dos expertos en la revista Nature (14 de septiembre) y titulado Cuando falla el análisis de los colegas, llegaba a conclusiones similares sobre el proyecto: "Los defensores acabaron cautivos de su propia retórica y se hizo caso omiso de las voces en contra".

La primera piedra de la Instalación Nacional de Ignición se puso en 1997. Al año siguiente, tras la conferencia de Madison, y ante los primeros indicios de que algo iba verdaderamente mal, una investigación interna en Livermore, dirigida por el ingeniero Edward I. Moses, dictaminó que la construcción del láser costaría mucho más de lo que habían calculado los físicos, en parte porque no habían contado con la dificultad de reunir todas las piezas de alta tecnología.

Pero, como seguía la construcción, los responsables de Livermore, incluido C. Bruce Tarter, director del laboratorio, no transmitieron esta información al Secretario de Energía Bill Richardson antes de que presentara un discurso en junio de 1999 diciendo que el proyecto estaba dentro de plazo y de presupuesto.

El trabajo de Moses resultó ser correcto. Poco después del discurso de Richardson, llegaron faxes anónimos a Livermore revelando que Campbell no tenía el doctorado que había permitido que el laboratorio creyera que tenía y dimitió. Más o menos al mismo tiempo, Richardson anunció iracundo una reorganización total de la dirección, una elevada multa para la Universidad de California, que dirige el laboratorio contratado por el Departamento de Energía, y otras medidas para volver a encarrilar el proyecto.Por último, la agencia de auditorías del Congreso informó el pasado mes de que los costes reales del proyecto serían, por lo menos, de 4.000 millones de dólares, que no estaría terminado antes de 2008 y que los responsables del laboratorio y funcionarios de bajo nivel del Departamento de Energía no habían revelado los problemas cuando tuvieron conocimiento de ellos.

El destino inmediato del proyecto depende de las negociaciones del presupuesto en el Congreso a finales de año. Por su parte, los responsables del proyecto dicen que la cantidad gastada superior a la presupuestada asciende a 1.000 millones de dólares y que los otros costes descubiertos por la Oficina General de Contabilidad estaban ya en el presupuesto y no eran ninguna sorpresa.

Estos funcionarios afirman también que fue una inspección interna de Livermore la que descubrió los problemas en primer lugar, después de que numerosas inspecciones externas los hubieran pasado por alto, y dicen que nunca hubo intención de engañar sobre las cantidades gastadas, que fue simplemente un periodo particularmente inoportuno de incredulidad y confusión.

Hace poco, paseando por el edificio de la instalación, que está prácticamente terminado, aunque no se ha instalado aún ningún componente del láser, Moses dijo que el presupuesto del proyecto era ahora realista y que todos los demás problemas de ingeniería se podían solucionar. "Lo único que nos detendría es que no nos dieran el dinero", dijo Moses, que es ahora el director del proyecto del láser, mientras miraba desde una pasarela unas enormes abrazaderas de hormigón diseñadas para sostener los sistemas de óptica láser.

Agujero en la organización

Edward I. Moses compara los problemas de dirección de la Instalación Nacional de Ignición a los que surgen cuando los visionarios de la tecnología en la industria privada fundan empresas, pero carecen de conocimientos prácticos y de organización. Y dijo que una buena parte del incremento de los costes se debía a que los responsables del proyecto no habían pensado en cómo se montaría el láser. Por ejemplo, los tubos de haces tienen que estar limpios de polvo que pueda caer sobre las lentes y calentarse, quemando las superficies ópticas cuando el potente rayo láser incidiera sobre ellas. Aunque los tubos se construyen en salas limpias, tienen que ensamblarse en el edificio de la instalación, donde normalmente hay polvo. Los responsables no cayeron en cosas así. "Cuando piensas en ello, te das cuenta de que había un agujero en la organización, en el plan", dijo Moses.

Los críticos mantienen que el conjunto de elementos ópticos que enfocarán los haces hacia el objetivo tienden a estropearse por muy limpios que estén. Moses dijo que el problema se podía afrontar cambiando los elementos ópticos de vez en cuando, e insinuó que el laboratorio estaba cerca de una solución técnica con un tratamiento especial de las superficies.

Archivado En