EL CONFLICTO DE LOS CARBURANTES

Una pesadilla recurrente al volante

A Juan le persigue la mala suerte. Ayer permaneció todo el día cruzado de brazos en el camión cerca del paso fronterizo de Biriatou (Francia). No era su primer parón obligado. Las movilizaciones por el encarecimiento de los carburantes le han acechado en los últimos días como la peor de las pesadillas. "Primero me pilló en Holanda, luego en Francia y ahora esto". Relataba así su vivencia personal en un tono ambiguo, entre la rabia y la indignación.Juan es un conductor de camiones andaluz, un "empleado", dice él. "Nosotros ni lo comemos ni lo bebemos, este asunto no nos afecta directamente, som...

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A Juan le persigue la mala suerte. Ayer permaneció todo el día cruzado de brazos en el camión cerca del paso fronterizo de Biriatou (Francia). No era su primer parón obligado. Las movilizaciones por el encarecimiento de los carburantes le han acechado en los últimos días como la peor de las pesadillas. "Primero me pilló en Holanda, luego en Francia y ahora esto". Relataba así su vivencia personal en un tono ambiguo, entre la rabia y la indignación.Juan es un conductor de camiones andaluz, un "empleado", dice él. "Nosotros ni lo comemos ni lo bebemos, este asunto no nos afecta directamente, somos simples empleados. Pero al final pagamos nosotros".

Llegó a las tres de la madrugada y se encontró con un túnel sin salida: cientos de camiones ocupaban los carriles de la A-8-, la autopista Bilbao- Behobia, en un tramo de más de ocho kilómetros. "Pensaba llegar a mi casa esta tarde después de ocho días en la carretera y me temo que no podrá ser hasta dentro de tres".

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Como Juan, decenas de camioneros se rebelaban ayer en Irún contra esta situación. Hubo momentos de tensión entre los huelguistas y algunos conductores de origen portugués. "Es bueno que se haga la protesta contra la subida del precio del gasóleo porque es beneficioso para todos. Pero esto no es normal", denunciaba uno de los lusos. "Si los españoles tienen que hacer huelga que la hagan y dejen pasar a los portugueses". Mientras tanto Manolo, también perjudicado, echaba a andar en busca de comida. El pan estaba a cuatro kilómetros.

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