Tribuna:

Pla

La mayoría es terca y reaparece cada vez que el sufragio individual y secreto lo permite. Resurge, incluso, cuando las ambiciones personales propician el desconcierto y la división. Este fin de semana ha vuelto a ocurrir. La victoria de Joan Ignasi Pla obedece a una lógica que las bases del PSPV han ejercido siempre que se les ha dado la palabra: en julio de 1997, al elegir a Joan Romero secretario general; después, al ratificar en él su confianza en las primarias a la presidencia de la Generalitat; hace un año, al escoger a Pla en un conflictivo congreso extraordinario; más tarde, al apoyar a...

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La mayoría es terca y reaparece cada vez que el sufragio individual y secreto lo permite. Resurge, incluso, cuando las ambiciones personales propician el desconcierto y la división. Este fin de semana ha vuelto a ocurrir. La victoria de Joan Ignasi Pla obedece a una lógica que las bases del PSPV han ejercido siempre que se les ha dado la palabra: en julio de 1997, al elegir a Joan Romero secretario general; después, al ratificar en él su confianza en las primarias a la presidencia de la Generalitat; hace un año, al escoger a Pla en un conflictivo congreso extraordinario; más tarde, al apoyar a Rodríguez Zapatero en el congreso federal; ahora de nuevo, en Alicante, al inclinarse por la alternativa que dejaba abiertas más expectativas a la renovación y que hacía más viable la proyección en la sociedad. El viejo aparato opuso desde el principio una lógica terca y traumática a la dinámica que empujaba la mayoría del PSPV. El resultado fue la guerra sorda, el autismo fratricida, el desprecio a la ciudadanía y el desastre electoral. Por eso, un instinto que cualquiera puede comprender ha llevado a los socialistas valencianos a alinearse con Pla en el IX Congreso. Tenía enfrente a un José Luis Ábalos que no supo despejar de su cabeza la sombra inquietante de Ciprià Ciscar, a quien había combatido antes con una indiscutible tenacidad. Ciscar, además de alguien que siempre proclama una fuerza de la que no dispone, se ha convertido en un gafe que condena instantáneamente a todo aquel incauto a quien consigue colgar, de una manera u otra, su sambenito. Hubo en la última jornada del congreso votos de castigo, broncas y malestar porque, todavía, en las bambalinas del partido, los viejos jefes de tribu subvierten la voluntad de los delegados al elaborar las listas de los órganos de dirección. Son hipotecas que el PSPV tiene la necesidad imperiosa de liquidar. Joan Ignasi Pla y su equipo deberán orientar su trabajo hacia el exterior, apoyados en una mayoría diversa y unitaria a la vez. Sólo así podrán relegar al armario a los veteranos de la conspiración.

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