Tribuna:SYDNEY 2000CICLISMO

La técnica, fundamental

A excepción de la resistencia del aire, que interviene sobre todo a velocidades por encima de 40 kilómetros por hora, los otros dos enemigos naturales del ciclista (rozamiento entre ruedas y suelo, y fuerza de la gravedad) son mucho más importantes en las pruebas de mountain bike (o bicicleta de montaña) que en las de carretera. En efecto, hace falta generar mucha potencia en cada pedalada para que las anchas ruedas de las bicicletas de montaña avancen sobre un terreno irregular de hierba o tierra, a veces completamente embarrado, y a lo largo de un recorrido con numerosos repechos de g...

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A excepción de la resistencia del aire, que interviene sobre todo a velocidades por encima de 40 kilómetros por hora, los otros dos enemigos naturales del ciclista (rozamiento entre ruedas y suelo, y fuerza de la gravedad) son mucho más importantes en las pruebas de mountain bike (o bicicleta de montaña) que en las de carretera. En efecto, hace falta generar mucha potencia en cada pedalada para que las anchas ruedas de las bicicletas de montaña avancen sobre un terreno irregular de hierba o tierra, a veces completamente embarrado, y a lo largo de un recorrido con numerosos repechos de gran inclinación, por encima del 10% en muchos casos. Y no digamos para acelerar el ritmo. Así, no debe sorprendernos la aparente contradicción entre las bajas velocidades medias de las carreras de mountain bike, apenas 20 kilómetros por hora ayer, y el tremendo esfuerzo realizado por las competidoras: cerca de 2 horas entre el 85% y el 100% de su capacidad máxima. O lo que es lo mismo, con el corazón latiendo alrededor de 180-190 veces cada minuto.Y es que en estas carreras no hay un solo momento de recuperación. Primero, porque la única ventaja con respecto a la carretera -el hecho de que la resistencia del aire no sea tan importante- también se puede convertir en el peor enemigo: apenas si sirve chupar rueda. A velocidades inferiores a los 20 kilómetros por hora no hay rueda que valga. Segundo, porque las abruptas bajadas, llenas de obstáculos en forma de raíces, piedras y baches, lejos de ayudar a que disminuyan los latidos cardíacos, exigen una máxima concentración y un gran esfuerzo en los músculos de los brazos y del tronco superior que trabajan para mantener el equilibrio y absorber impactos. El llamado sistema simpático, que es el encargado de producir adrenalina para activar el organismo y acelerar el ritmo cardíaco durante el ejercicio, no encuentra un segundo de respiro en toda la prueba. Los especialistas en montaña deben tener una gran resistencia aeróbica para soportar un ejercicio de las citadas características. Además, los músculos de sus piernas tienen que tener una buena potencia anaeróbica o explosividad.

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Por otra parte, la técnica juega un papel mucho más importante que en el ciclismo de carretera. Qué mejor ejemplo que la prueba de ayer: de no ser por los tramos de bajada más técnicos, en los que no había que dar pedales, el orden de llegada podría haber sido distinto. Si se hubiese instalado un dispositivo en todas las bicicletas para medir la potencia media (vatios por kilogramo de peso) generada por cada participante a lo largo de la prueba, Margarita Fullana hubiese ganado la medalla de oro fisiológica. Además de ser nuestra vencedora moral, claro.

Alejandro Lucía es fisiólogo en la Universidad Europea de Madrid.

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