Un alijo con mucho arte

El último alijo de la Comandancia de la Guardia Civil en el aeropuerto de Barajas atesoraba mucho arte. Los agentes del instituto armado y los funcionarios de la Agencia Tributaria descubrieron 17,5 kilogramos de cocaína camuflados en dos cuadros, uno de ellos de motivo taurino, procedentes de Venezuela y en una mesa originaria de Ecuador. En la operación han sido detenidas siete personas que recogieron las piezas de arte y cocaína.La Dirección General de la Guardia Civil trata ahora de averiguar la calidad de los lienzos y su autor, por si se tratase de una obra de importancia. Por el momento...

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Perros antidroga

El último alijo de la Comandancia de la Guardia Civil en el aeropuerto de Barajas atesoraba mucho arte. Los agentes del instituto armado y los funcionarios de la Agencia Tributaria descubrieron 17,5 kilogramos de cocaína camuflados en dos cuadros, uno de ellos de motivo taurino, procedentes de Venezuela y en una mesa originaria de Ecuador. En la operación han sido detenidas siete personas que recogieron las piezas de arte y cocaína.La Dirección General de la Guardia Civil trata ahora de averiguar la calidad de los lienzos y su autor, por si se tratase de una obra de importancia. Por el momento, los agentes son prudentes y no han evaluado, a simple vista, las obras.

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'Chupa-chups'

La peculiar investigación policial arrancó el pasado martes cuando aterrizó en el aeropuerto madrileño un avión procedente de Caracas (Venezuela). Era un "vuelo caliente", definición que la Guardia Civil y los funcionarios de Aduanas de la Agencia Tributaria otorgan a los aviones sobre los que recaen sospechas fundadas de que puedan traer droga a España.

Los agentes de la Oficina de Análisis e Investigación Fiscal de la Guardia Civil, departamento que se encarga de estudiar los portes, revisaron minuciosamente los albaranes del avión donde aparecían cuadros, muebles, espejos, enseres y comida. De entre todo las existencias, les sorprendió el embalaje de unos cuadros que iban a depositarse en la zona franca del aeropuerto para su posterior recogida. Lo que más extrañó a los policías que inspeccionaban la mercancía fue el grosos de 10 centímetros de cristal fundido de los cuadros.

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Los sabuesos especializados en la lucha contra el tráfico de drogas olfatearon, durante menos de un minuto, las obras y enseguida delataron el polvo blanco con sus reiterados ladridos; sin embargo, los agentes quisieron tener más garantías sobre la partida que inspiraba sospechas, y la radiografiaron con la tecnología de Aduanas. El control dio positivo. Había droga, "y mucha", según dijo un agente, aunque no se podría precisar la cantidad del alijo. La Guardia Civil estableció un despliegue especial para vigilar la mercancía durante 24 horas.El pasado miércoles, una persona recogió los cuadros, que tenían como destino una nave de un polígono industrial de Collado Villalba. Allí se montó otro servicio por parte de la Guardia Civil mientras los agentes seguían de cerca el vehículo donde viajaban los dos cuadros.

"En el trayecto, el sospechoso redujo en varias ocasiones a velocidades muy cortas y dio varios rodeos, algo que suelen hacer los narcotraficantes para comprobar si alguien les sigue, pero no nos descubrió", explicó uno de los agentes del Grupo Fiscal de la Guardia Civil, que no perdieron en ningún momento el control del coche.

El sospechoso, finalmente, no se dirigió al polígono de Collado Villalba. Desde la carretera de A Coruña (N-VI) tomó un desvío hasta la calle de Higuera del pueblo serrano de Alpedrete (4.000 habitantes). En la vivienda le esperaba otra persona que le abrió la puerta. Fue el momento en que intervinieron los guardias civiles.

Los dos hombres fueron detenidos sin resistencia. En la casa había dos mujeres que intentaron huir por la parte trasera. Ambas salieron por la ventana del aseo hacia un descampado. Ninguna pudo escapar.

Los cuatros supuestos traficantes de droga fueron detenidos y las obras de arte y cocaína, requisadas. Con la presencia del juez de guardia de Plaza de Castilla, se rompieron los marcos a golpe de martillo y maza. Entre los cristales brotaron pequeños paquetes de cocaína de gran pureza. En uno de los cuadros iban escondidos 8 paquetes de 997 gramos cada uno, y en otro, 10 paquetes que rondaban también el kilo de peso.

Los cuatro detenidos son F. V. L., de 42 años y nacionalidad española, y los colombianos I. E. A., de 35; R. O. A. C., de 40, y G. R. G., de 30. Dos de ellos llevaban menos de un año en Madrid.

En el registro efectuado en el domicilio de los detenidos, la Guardia Civil encontró un revólver, un machete de grandes dimensiones, 10 pastillas de éxtasis y documentación falsa con múltiples movimientos bancarios. Todos estos papeles se analizan ahora por si se tratara de transacciones relacionadas con el tráfico de droga.

Los detenidos son el peldaño inferior de una poderosa organización de narcotraficantes, según las primeras investigaciones. Su misión era la de recoger la droga y distribuirla.

Con el mismo método, la Guardia Civil descubrió otro kilo de cocaína en una pesada mesa descargada en un vuelo procedente de Quito (Ecuador). El mueble escondía la droga en las juntas de madera, según el Instituto Armado.

La mesa fue recogida por tres personas que la transportaron hasta un piso de la calle del Doce de Octubre. Allí se detuvo a los ecuatorianos C. R. Z. H., de 23 años, y J. R. G. S., de 22, y al colombiano S. N. M. C., de 41.

Estos dos alijos demuestran cómo los traficantes agudizan cada vez más su ingenio para burlar el férreo control policial de Barajas.

En marzo, la Guardia Civil se incautó de 29 kilos de cocaína que viajaron ocultos en chupa-chups. La persona que traía la droga era una mujer colombiana. El pasado mes de junio se decomisaron 13 kilos de cocaína escondidos en botes de champú de litro y medio en un vuelo procedente de Isla Margarita (Venezuela).El 21 de julio se requisaron siete kilos en el doble fondo de cartones de vino tinto y se detuvo a José Luis B. P., vecino de Madrid, de 53 años, que acababa de aterrizar en la capital en un vuelo procedente de Santiago de Chile.

Pero el alijo mayor llegó el pasado mes de julio en un lote de papayas procedente de Bogotá (Colombia). Los frutos llevaban dentro un largo macarrón de plástico enroscado en cuyo interior había 41 kilos de dulce cocaína, valorada en más de mil millones de pesetas.

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