LITERATURA POPULAR

Mi niño tiene sueño

Iniciamos hoy la prometida serie sobre literatura popular andaluza. Empezaremos por lo que primero parece en el orden vital de estas importantísimas cosas: las nanas, o canciones de cuna. No demasiados textos encontraremos en este primer asomo del niño al universo rítmico, aunque sí de una alta y concentrada excelencia lírica. Tampoco difieren demasiado de los que hallaremos en otras latitudes hispánicas. La medida del verso en andaluz, o la temática, serán, como en otros muchos géneros de los que iremos viendo, las dos guías más seguras con las que buscar lo específico de nuestra tierr...

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Iniciamos hoy la prometida serie sobre literatura popular andaluza. Empezaremos por lo que primero parece en el orden vital de estas importantísimas cosas: las nanas, o canciones de cuna. No demasiados textos encontraremos en este primer asomo del niño al universo rítmico, aunque sí de una alta y concentrada excelencia lírica. Tampoco difieren demasiado de los que hallaremos en otras latitudes hispánicas. La medida del verso en andaluz, o la temática, serán, como en otros muchos géneros de los que iremos viendo, las dos guías más seguras con las que buscar lo específico de nuestra tierra.Una primera acotación formal, en torno a la medida del verso: es curiosa la repugnancia que estas cancioncillas sienten por el octosílabo, siendo éste como es el verso popular por excelencia. Lo más habitual es el molde de 7 y 5, con rima asonante, lo que marca una sugerente cercanía con la seguiriya y otros cantes básicos.

Por tierras de La Vega del Guadalquivir oiremos: "A dormir va la rosa / de los rosales. / A dormir va mi niño / porque ya es tarde". "Pajarito que cantas / en la laguna, / no despiertes al niño / que está en la cuna". El hexasílabo tampoco es infrecuente, ni las escasas rimas que ofrece el idioma a la palabra base: cuna: "Señora Santana, / carita de luna, / duérmeme a este niño / que tengo en la cuna", oiremos, naturalmente, por Triana, donde a la abuela del Niño Jesús, patrona del barrio, se le pide que haga de abuela de todos los rorros trianeros.

En el otro extremo de la región, por el norte de Granada, encontraremos esta otra nana: "Este niño chiquito / no tiene cuna. / Su padre carpintero / le va a hacer una (estribillo): / Le va a hacer una / de caramelo / pa que cuando despierte / se chupe el deo".

Un total de 41 de estas breves bellezas recogió Rodríguez Marín en el Tomo I de sus Cantos populares españoles. Es difícil elegir entre tanto primor. Pero de indudable sabor andaluz son: "A tós los niños güenos / Dios los bendice. / Pero a los que son malos / les da lombrices". "Mi niño se va a dormir, / ojalá y fuera verdad. / Y le durara el sueñito / tres días como a San Juan".

Se echa pronto de ver la abundancia de alusiones religiosas elementales. Le sigue probablemente la temática floral, como en esta recogida en Málaga (según el Cancionero y Romancero Popular de Juan Benítez): "Manojito de flores, / lirio en capullo, / duérmete, vida mía, / mientras te arrullo"; y la dificultad en hacer dormir al personaje cuando a la madre conviene: "Mi niña chiquitita / quiere dormir, / pero el pícaro sueño / no quié venir". En parecidas proporciones encontraremos a los pájaros, cuya concurrencia se solicita frecuentemente: "¡Pajarillos, jilgueros, / venid volando, / a cantarle a este niño / que está llorando".

En pocos casos como éste resultará tan fácil la recomendación. A todos los jóvenes casaderos o con aspiraciones a vivir juntos, tanto hombres como mujeres: que aprendan a cantar nanas, como preparación inexcusable en cualquiera de las vías que elijan para formar el nido. Y que el cura o el juez, o los vecinos, les tomaran lección: A ver, ¿cuántas nanas se saben ustedes?

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A. R. ALMODÓVAR

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