Reportaje:EXCURSIONES - MATALLANA

Muerte en el Jarama

En 1950, Matallana era un pueblo de 228 almas, aislado en la margen derecha del alto Jarama, en la fragosa linde de Guadalajara con Madrid, sin luz, teléfono, carretera y ni tan siquiera un camino apto para carros, de modo y manera que las parturientas debían realizar un agónico viaje en mula de seis o siete horas para recibir asistencia médica en Tamajón. A nadie puede extrañar que el éxodo rural se cebara con Matallana y que, en 1970, los últimos habitantes cargasen todos sus bártulos en un par de burros y marcharan a buscarse la vida allí donde ésta fuera algo más que una muerte a plazos.Ad...

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En 1950, Matallana era un pueblo de 228 almas, aislado en la margen derecha del alto Jarama, en la fragosa linde de Guadalajara con Madrid, sin luz, teléfono, carretera y ni tan siquiera un camino apto para carros, de modo y manera que las parturientas debían realizar un agónico viaje en mula de seis o siete horas para recibir asistencia médica en Tamajón. A nadie puede extrañar que el éxodo rural se cebara con Matallana y que, en 1970, los últimos habitantes cargasen todos sus bártulos en un par de burros y marcharan a buscarse la vida allí donde ésta fuera algo más que una muerte a plazos.Adquirido por el Icona y traspasado luego -con las competencias de aquél- a la Consejería de Agricultura de Castilla-La Mancha, Matallana fue alquilado en 1988 por el Colegio de Arquitectos de Guadalajara con vistas a su rehabilitación. Mas el proyecto, en el que trabajó cinco años el arquitecto Tomás Nieto Taberné, no pasó del papel, y ello por el nulo interés público y privado en recuperar para el ocio o el negocio un pueblo muy bonito, de típica arquitectura negra, pero que, hallándose a tres kilómetros de la carretera más cercana, con el barranco del Jarama por medio, es como si estuviera a efectos prácticos en la luna o en el fondo del mar, como las llaves.

Durante todos estos años ha habido varios intentos de repoblar Matallana por okupas procedentes de Madrid. En el libro Un país en la mochila (Ediciones Libertarias / Prodhufi), José Antonio Labordeta nos ha dejado una bucólica estampa de una familia okupa de Matallana con la que estuvo cenando chuletas de cerdo, cantando al son de una vieja guitarra y durmiendo a pierna suelta en noviembre de 1993, durante el rodaje de su famosa serie de televisión. Claro que no todo el mundo piensa igual: a estos esporádicos colonos se les atribuyen hurtos en las vecindades, inclinaciones a la droga y a la violencia, e incluso hay el paisano que, para rematar la dudosa lista de cargos, asegura que una hippy le intentó violar.

Nosotros nos atenemos a lo que nos dice un vecino de Roblelacasa poco antes de echarnos a andar: que un par de chavales que no se meten con nadie suben todas las mañanas desde Matallana a trabajar como peones de albañil, y que lo hacen en amoto. Pues muy bien. Sabido esto, salimos de Roblelacasa -que es el lugar habitado más próximo a Matallana- por la calle de la Fuente abajo, para doblar enseguida a la derecha cruzando una vaguada donde hay huertos y una fuente con lápida de 1961 a la sombra de un nogal, pasada la cual prosigue nítido nuestro sendero con rumbo sur, entre afloramientos de pizarras, jarales y ruinas de robledales, dando vistas, hacia naciente, a la sierra de Ocejón, y hacia poniente, a la sierra de la Puebla, donde Madrid y Guadalajara se tocan.

En cosa de media hora, el sendero desciende en zigzag al barranco del Jarama y lo cruza por el alto y viejísimo puente de los Trillos -de madera carcomida, sin pretil y con trillos a modo de tablas-, que, como no ofrece muchas garantías, puede evitarse vadeando el río un poco más abajo. A mano derecha, casi inmediatamente, se presenta Matallana: una clara fuente con abrevadero; medio centenar de casas en ruinas -sólo vemos cuatro restauradas-, con muros de pizarra y cantos decorativos de cuarcita, agrupadas en dos núcleos separados por un barranquillo, y, equidistante de ambos, una iglesuela de blanca espadaña, donde las salamanquesas dan gracias al dios que hizo posible esta ruina llena de grietas e insectos.

Siguiendo el camino que une los dos núcleos, y una vez rebasado el que queda más lejos de la fuente, caemos al Jarama por una empinada pista que, tras vadear el río, sube en fuerte cuesta por la solana del cerro Cabeza Lijón. Superado el repechón, la pista confluye con otra, cuyo ramal de la derecha, prácticamente llano, sale a la carretera de Corralejo a Roblelacasa, pueblo hacia el que atajamos por el primer desvío que aparece avanzando a la diestra por el asfalto.

En épocas de bajo caudal

Dónde. Roblelacasa (Guadalajara) dista 115 kilómetros de Madrid y tiene acceso tanto por la carretera de Burgos -desvián-dose en el kilómetro 50 hacia Torrelaguna y siguiendo por Patones de Abajo, Uceda, El Cubillo de Uceda, Puebla de Beleña, Tamajón y Campillo de Ranas-, como por la de Barcelona, saliéndose en Guadalajara hacia Yunquera, Humanes, Puebla de Beleña y Tamajón.Cuándo. Paseo circular de seis kilómetros y dos horas de duración, con un desnivel acumulado de 350 metros y una dificultad baja, que sólo se recomienda en épocas de bajo caudal del Jarama -verano y principios de otoño-, río que hay que vadear por fuerza.

Quién. La empresa Ocejón en Compañía (teléfonos 949 82 36 02 y 689 84 34 15) organiza rutas de senderismo, cicloturismo y en todoterreno por los alrededores de Matallana. También Arawak Viajes ( 91 474 25 24) incluye excursiones a éste y otros pueblos abandonados del macizo de Ayllón en su programa de senderismo.

Y qué más. Cartografía: hoja 20-18 (Tamajón) del Servicio Geográfico del Ejército, o la equivalente (459) del Instituto Geográfico Nacional; mapa Sierras de Ayllón y Ocejón, a escala 1:50.000, editado por La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38; teléfono 91 534 32 57).

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